Adaptando vampiros
El hecho de que sean una de las criaturas fantásticas más interesantes de la literatura gracias, principalmente, a la magistral obra de Bram Stoker, garantiza que veamos vampiros por doquier, con una mitología ampliada que se adapta a las necesidades de cada momento. Es decir, las variantes son infinitas: podríamos tener vampiros científicos bajo el complot de los iluminati, vampiros que viajen en el tiempo, vampiros románticos vegetarianos (ah, no, ese ya lo hicieron), vampiros con armas de destrucción masiva y poderes infinitos… en fin, el vampiro y el vampirismo se transforman en un objeto fetiche que se puede adaptar a cualquier formato. Es así que vemos series como The vampire diaries, True blood o, hace no tanto tiempo, Buffy la cazavampiros, además de películas como Crepúsculo (esa telenovela conservadora con vampiros) o Blade (acción con vampiros). Las variantes y el mercado le han dado a estas criaturas el aire que no han obtenido los hombres lobos (pero sí para secundarios), los ogros o los fantasmas. En este marco, la adaptación de Academia de vampiros se puede definir con notable facilidad: imagínense Gossip girl + Crepúsculo + las últimas tres películas de Harry Potter y tendrán el producto en cuestión. Nada novedoso bajo el sol, tan sólo una variante que se pretende ingeniosa a partir de formatos exitosos actuales.
El nombre de Mark Waters hacía sospechar o desear que quizá haya algo de comedia para darle aire fresco a esta película; sin embargo, cuando se observa que es la consecuencia de una nueva saga de best sellers, se pierde toda esperanza. Es lógico que sea un producto industrial lo más fiel posible al texto en cuestión, con el aliciente de lo que pueda hacer Waters detrás de la cámara que, más allá de tratarse de un director irregular, ha entregado buenos trabajos como Las crónicas de Spiderwick o la sobresaliente Chicas pesadas, y por lo tanto el tono sería épico, lejos de la comedia. Bueno, entonces lo que tenemos en cuestión es una historia adolescente en una academia bastante particular donde los alumnos viven pendientes de la popularidad que alcancen, preparándose (aprendiendo artes marciales y magia) para un mundo donde los strigoi acechan en búsqueda de la sangre de morois, dhampires o humanos. Todo esto parece bastante confuso pero en la película está bien explicado, así que no hay un problema de guión en este aspecto. El papel que cumple cada clase está sujeta al linaje, así por ejemplo nuestra protagonista, Rose (Zoey Deutch), es una moroi que tiene la tarea de proteger a la dhampir Lissa (Lucy Fry), una princesa destinada a ser la líder de la academia, a raíz de un incidente donde sus lazos fueron afirmados tras un choque donde Lissa tuvo que usar sus poderes curativos para salvar a Rose.
Pero más allá de este mejunje de razas y poderes el problema central de esta película no está aquí. El problema está en cómo la narración alterna inexplicablemente puntos de vista, en cómo no fluye porque en la edición se comete inexplicablemente el error grosero de pasar de música subjetiva a ambiental sin ningún tipo de transición, en las flojas actuaciones del elenco, con un Gabriel Byrne que no estaba tan sobreactuado desde El día final, y la falta de solidez de la trama para conectar personajes secundarios con primarios y situaciones dramáticas con la frivolidad de “la vida en preparatoria”. Es una película fragmentada en innumerables secuencias que nunca fluyen, salvo quizá en el romance de Rose con su profesor Dimitri (Danila Kozlovsky). Incluso su núcleo, el suspenso que moviliza la trama con su cuento detectivesco que se asemeja a los complots internos de Harry Potter, se termina disolviendo hacia el final con resoluciones forzadas.
Insulsa y mediocre; entretenida aunque más no sea para ver cómo se conectan las piezas del enigma, Academia de vampiros es otro producto del marketing vampírico, bastante alejado de las bases de su mitología.