Con dientes de leche
Película basada en la primera entrega de una serie de libros escritos por Richelle Mead que focaliza en una historia sobre la amistad y el amor pero en tono fantástico. Academia de vampiros intenta ocupar el espacio que dejaron vacante sagas como Crepúsculo, Harry Potter o incluso la más reciente Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso.
En la historia, Rose Hathaway (Zoey Deutch) y Lissa Dragomir (Lucy Fry) son chicas de 17 años que asisten a una escuela para Moroi (vampiros mortales y pacíficos) y Dhampir (guardianes, mitad vampiros, mitad humanos, encargados de proteger a los Moroi). Rose se entrena para convertirse en una guardiana pero en su camino se enfrenta con los salvajes y amenazantes Strigoi, una raza de vampiros violentos y peligrosos.
La acción tiene lugar en un instituto con menos magia y encanto que el de Hogwarts, plagado de ambiciones, traiciones, atracciones románticas que parecen imposibles y con un Gabriel Byrne en el rol de director y Olga Kurylenko como la rectora de la escuela de turno.
Los Hermanos Mark y Daniel Waters llevan esta nueva saga a la pantalla grande (el primero como realizador y el segundo como guionista) pero los resultados tienen menos eficacia que en la pelìcula para adolescentes Chicas pesadas, que Mark filmó con Lindsay Lohan.
Entre luchas entre tres clases de vampiros, la presencia de los mortìferos Strigoi, que buscan acabar con los Moroi y absorber su fortaleza, la película no escapa a los conflictos adolescentes pero con el agregado fantástico que se reduce a un par de enfrentamientos entre chupasangres y lobos creados digitalmente. Quizás el peor de los pecados en este tipo de relatos es que los dientes son de leche, y la intriga y la emoción sólo aparecen de a ratos. Todo ocurre frente a un espectador que -inevitablemente- va a comparar con productos de similares características. Aun así, el film deja un final abierto para su continuación.