Acorralados

Crítica de María Victoria Vázquez - El Espectador Avezado

Todavía está fresca en la memoria de los argentinos la incertidumbre de aquellos días del verano de 2001-2002, cuando todos los depósitos bancarios fueron congelados en lo que se denominó "el corralito". Nadie podía sacar su dinero, ya fuera mucho o poco. Aprendimos de qué se trataba un recurso de amparo, y muchos dejaron su salud golpeando las chapas que escondían los vidrios de los bancos a los que no se podía entrar, al unánime grito de "justicia".
Años más tarde, el director Julio Bove recrea en su película esos días a través de varios personajes cuyas historias convergen en la sucursal bancaria donde sus ahorros habían quedado retenidos. Sin embargo hay un protagonista, el viejo Don Funes (interpretado por Federico Luppi), un jubilado diabético y viudo que, como tantos otros, perdió los ahorros de toda su vida en ese momento. La primera llamada que hay que hacer es que el film lo inició Juan Carlos Desanzo, pero bastante avanzado el rodaje, desconforme con los resultados (vaya a saber uno porqué), decidió abandonar el proyecto. Bove, quien era productor y guionista del film, entonces terminó firmando los créditos como director.
Volvemos al tema. Teníamos a Funes, pasando un mal momento. La desesperación lo lleva a tomar una medida extrema: se presenta en la sucursal armado con una granada, que amenaza detonar si no le devuelven inmediatamente su dinero. Pero no es el único en situación terrible: dentro del banco hay una familia con su pequeño hijo en brazos, y en la mano el amparo que le ordena al banco a devolverles su dinero. Y seguimos sumando: también hay un gerente de sucursal (Gabriel Corrado), empleados varios, y un hombre de la empresa de seguridad, que dada la situación actúa más de portero que otra cosa.

Fuera del banco, la horda de ciudadanos golpeando las vallas. Entre ellos, una familia que se va de camping a la puerta del banco todos los días, cuya madre (Ester Goris)parece estar perdiendo la razón a medida que avanzan los reclamos. También están los periodistas, representados por una movilera que (incomprensiblemente) se burla de sus entrevistados, y, finalmente, la policía con el comisario Bonati (Gustavo Garzón) a la cabeza.
Con este planteo, el film podría haber resultado muy interesante, sin embargo, no lo es. Y el problema es el tono que se le dio a la narración. Por alguna razón, el director (también co-guionista) optó por una ligereza cuestionable teniendo en cuenta el tema a tratar. Si bien todos recordamos esta cuestión como dramática (y angustiante, sin dudas), por alguna extraña decisión del libro, aquí se busca ubicar la trama "pseudo coral", dentro de un registro irónico. Amalgama difícil de lograr.
La película entonces no logra reflejar el dramatismo de la situación (lo intentaba?), ya que el relato que hace de los hechos es tan inverosímil que aleja al espectador de cualquier posible identificación con los personajes. Se niega la opción de la empatía: no sufrimos con ellos (y tampoco nos causa gracia, si ese es el efecto buscado). Se cae en una ridiculización quizás planteada, pero que no le queda bien al film y genera desconcierto en la platea.
No queremos contar más de "Acorralados", quizás como espectadores deberían aportar otra visión a la nuestra. A nosotros, nos cuesta acordar con su registro y la manera en que va cerrando las historias que presenta. Nos invadió el desconcierto al salir de la sala, debemos reconocer. Muy buenos actores, de renombre, en lucha solitaria para sacar adelante sus personajes, a pesar de todo. En esa vuelta, rescatamos a Luppi y a Goris, quienes son los que mejor llevan adelante sus roles.
Apostamos por retomar este tema tan actual (y no me digan que no lo es en estos días!!!), desde otro lugar y alentar otras propuestas que trabajen por reconstuir esa página de la historia con otras visiones. Indudablemente, el tema lo merece.