Un tema serio que termina siendo cómico
Lo que se supone una situación dramática, con comicidad involuntaria.
En Hollywood cuando un director no estaba de acuerdo con cómo estaba quedando su película terminada -por presiones, decisiones estéticas o lo que fuere- retiraba su nombre de los créditos del filme y lo firmaba como Allen Smithee . Y si hoy algunas películas animadas tienen más de un realizador, no es siempre porque sea mucho el trabajo, sino que el director original se bajó por -eufemismo- diferencias creativas. También puede ser que los productores no estén de acuerdo con lo que les entrega el director, y lo echen.
Juan Carlos Desanzo rodó una historia sobre el corralito. Lo hizo en San Luis, con un elenco que contaba con Federico Luppi (un músico jubilado que necesita la plata que el corralito le birló en 2001 para comprarse insulina, y se mete en el banco con una granada: si no le dan los dólares, la hace explotar), Gustavo Garzón (el jefe de policía que trata de mediar en el conflicto), Esther Goris (algo disfrazada y enloquecida, reclama lo suyo desde adfuera del banco, con su marido, que decide hacer ahí mismo un asado, con parrilla y todo) y Gabriel Corrado (el gerente del banco que le es infiel a su esposa).
Errores de continuidad, música disonante, situaciones que bordean o se instalan en el ridículo, mala elección de los planos, el dislate no tiene nombre. O sí, se titula Acorralados , llega hoy a los cines argentinos y se informa que el director ya no es Desanzo, se llama Julio Bove (coguionista y productor también).
Con el ruido de los cacerolazos de fondo, o gente vitoreando a (don Antonio) Funes, el personaje de Luppi, casi todo sucede en el interior de la sucursal bancaria, cuando no se apela a flashbacks. Entre los ocasionales rehenes hay una pareja que presentó un amparo para que le devuelvan el dinero y poder llevar a su hijito a operarlo de su sordera en los Estados Unidos -la escena en que Funes le explica qué es chiquito y qué grande, arriba y abajo, no tiene desperdicio- y un agente de seguridad que es incapaz de sacarle la granada al anciano que se mueve con bastón -hay que ver lo ágil que es don Antonio bajando las escaleras-.
Con muchos de los desaciertos que terminaron enterrando a cierto cine nacional en los años ‘90, Acorralados es involuntariamente cómica.