Obsesión por las cámaras
Podría decirse que la saga de Actividad paranormal forma parte de lo que ya es casi un subgénero dentro del cine de terror: el del falso documental o la falsa película casera. Desde El proyecto Blair Witch hasta El último exorcismo , pasando por REC y Cloverfield : los ejemplos, más o menos logrados, se multiplican. Se trata de supuestas filmaciones amateurs en las que se cuela, imprevistamente, o ya no tanto, el horror. Aquel viejo enunciado de que lo siniestro es lo cotidiano cuando se vuelve extraño.
Actividad paranormal , dirigida por Olen Peli, logró un gran éxito -pasó de producción modesta a tanque de taquilla- en base a estos lineamientos generales.
Actividad paranormal 2 , dirigida por Tod Williams, hace un cambio sustancial: no se limita al uso de una sola cámara, trémula y subjetiva; se “apoya” en varias: las que usa una familia en su intimidad y las de seguridad, instaladas en una casa en la que ocurren fenómenos extraños. Como Williams cambia de unas a otras de acuerdo al lugar en que transcurre la acción, algo se pierde: la sensación de que estamos viendo una (única) grabación casera, sin “dirección” ni edición; caótica, desprolija.
La intervención, la mano obvia del realizador no termina ahí: en esta segunda parte de la saga aparecen de pronto sobreimpresos que dan información tipo: “Murió sesenta días después”, referida a algún personaje. Hay, además, otro atentado contra el verosímil: los protagonistas filman a sus familiares en charlas íntimas, privadas; situaciones en la que es ilógico que una cámara esté prendida. En resumen: la base de esto que llamamos subgénero no es muy respetada en este caso.
La película, con más desarrollo y producción que la anterior, se centra en una familia, en una casa ¿embrujada? Dos personajes, en principio laterales, son los protagonistas del filme anterior. Por lo tanto, la acción de Actividad paranormal 2 funciona como (una especie de) precuela de Actividad paranormal . Un matrimonio, con un hijo bebé, está en el centro de la paranoia o del influjo de lo demoníaco (la aparición del nene acerca aun más a esta saga a la La habitación del niño , telefilme de Alex de la Iglesia). Otros personajes, que le dan aire a la historia, son la hija adolescente del hombre, del primer matrimonio; un perro; y una mucama hispanoparlante (habla todo el tiempo en castellano y los demás, que sólo hablan en inglés, le entienden). El perro y la mucama, tal vez considerados, ay, seres elementales, son los que perciben con mayor claridad las presencias invisibles, macabras, extrañas...
La construcción del suspenso es morosa y, por momentos, sólida. Hay ráfagas de humor, como durante el juego de la ouija (copita) entre la adolescente y su novio. Pero la estructura general presenta grietas. En la primera película, una pareja dejaba su cámara encendida por las noches y al día siguiente adelantaba las imágenes para ver qué había ocurrido. En la nueva, las imágenes de una cámara de seguridad son adelantadas sin que se sepa bien quién lo hace, cómo y por qué. Una de las tantas situaciones que resienten y enfrían el todo de la película.