Un demonio persistente
Kristi y Dan son un matrimonio apacible hasta el día en que un misterioso incidente los deja sumidos en la inquietud. Su casa ha sido totalmente revuelta, con el único faltante de un collar de Kristi, regalo de su hermana Katie (la misma Katie de la primera parte). A raíz de esta irrupción doméstica, Dan decide colocar un sistema de cámaras para velar por la seguridad de su familia. Además de su hija Ali, fruto de un matrimonio anterior, Dan tiene un bebé con Kristi llamado Hunter y le preocupa que alguno de ellos sufra daños.
Pero nada los prepara para lo que vendrá. Muy pronto, los incidentes violentos e inexplicables en la casa se multiplican y todo parece apuntar a un demonio que acosa a Kristi por alguna razón. Con ayuda de su hermana, Kristi llega a admitir que estos incidentes se remiten de alguna forma a su infancia. ¿Qué es esta misteriosa y demoníaca entidad y qué es lo que pretende de esta familia?
Si hay que remitirse por comparación a la propuesta original, es conveniente dejar en claro que estamos frente a un producto mucho más profesional, mainstream si se quiere, manejado con un pulso narrativo y una intencionalidad diferentes de la cinta de Oren Peli. La tensión sigue basada en los sobresaltos y golpes de efecto producidos por la intervención de la entidad sobrenatural que deambula por la casa, aunque en esta ocasión la mejor parte de la historia pasa por el conflicto familiar subyacente.
No cuesta anticipar una tercera entrega de esta redituable franquicia, y si se mantiene en esta tónica conseguirá los adeptos que no logró captar en la propuesta de Peli. A riesgo, claro está, de perder poco a poco todo lo que la había hecho originalmente interesante: el manejo más verosímil y por ende más dramático del registro de falso documental. Aire nuevo para un tema viejo. Veremos cómo resulta de aquí en más.