Filmar los miedos infantiles
Dos niñas invocan a sus fantasmales amigos de la infancia, que son capturados por las cámaras de su padre. La saga apuesta a la perturbación de la imagen borrosa y a la ruptura del silencio.
Katie y Kristie crecieron y aún son niñas en Actividad paranormal 3, ya que la película cuenta el inicio de la saga, el temor al mínimo ruido, el miedo al espacio vacío, ocurra de día o durante la noche. Katie y Kristie invocan a sus amiguitos fantasmales de la infancia y no habrá que esperar demasiado para que más de uno intimide y asuste a ambas. Claro que estas amistades particulares no causarían miedo sin la presencia de las cámaras que coloca papá (que se dedica a fotografiar cumpleaños y casamientos) frente a la mirada imperturbable de su esposa, que disfruta de un porrito luego de bastante tiempo (y por ese motivo, tose con énfasis). La saga y la franquicia continúa y el invento de las camaritas que espían y creen vigilar todo, construidas por el director y ahora productor Oren Peli, parece no tener fin. La primera fue la novedad o algo parecido junto a los pocos dólares que costó hacerla. La segunda vino con más producción y una historia con más elementos dramáticos aunque ya se percibía una peligrosa repetición de ideas y tics formalistas. La tercera, que retrotrae la saga a una especie de precuela, está conformada por tiempos muertos (algunos funcionales, otros no tanto), sustos varios y gritos nocturnos (algunos justificados y otros no) y una multitud de trampas narrativas que no molestará al fanático de esta clase de películas.
Subyace una idea interesante que no se aprovecha demasiado: una de las cámaras se mueve de un lado al otro, apoyada en los restos reconstruidos de un viejo ventilador. Ese repetido movimiento de izquierda a derecha y viceversa, autoriza más de un susto a través del fuera de campo, antes que los personajes se enteren de las apariciones fantasmales de gente que anda por la casa. Pero el recurso formal queda ahí, en ese par de saltos que podrá provocar alguna escena que empieza siendo terrorífica y termina como un chiste sin buen remate. En un momento, obviamente, la familia se protegerá en la casa de la madre de la protagonista y allí transcurrirán los inesperados 15 minutos finales, acaso lo más relevante y original de la película.
Sería fácil echarle la culpa a esta saga o a las españoladas de REC y calificarlas como responsables de un cine de terror y suspenso de fácil digestión, con cuatro o cinco ideas que se explotan hasta el cansancio. Sin embargo, aun en su chata originalidad, las imágenes borrosas que transmiten un par de cámaras durante las noches seducen a cierta curiosidad voyeurística que se enlaza con el miedo más principista y hasta realista: aquel que se le tiene al silencio. Y ni hablar si ese silencio se ve interrumpido por un sonido o por una presencia inesperada. Será poco exigente la cuestión pero para los responsables de Actividad paranormal 3 parece más que suficiente.