Una traición a los seguidores de la saga
Lo que en 2007 surgió como una interesante vuelta de tuerca al cine de terror de bajo presupuesto con un inteligente trabajo sobre el punto de vista, el fuera de campo y una bienvenida dosificación de los efectos visuales para generar buenos sustos en los momentos indicados, hoy -con una cuarta película (tercera en los últimos tres años)- luce como una saga con pocas innovaciones y sorpresas. Se trata simplemente de "maquillar" un poco la propuesta, apelar al piloto automático y estirar la franquicia -muy rentable, por cierto- todo lo que se pueda.
¿Qué tiene de "nuevo" este cuarto episodio? En principio, que el protagonismo está puesto esta vez en una adolescente (una rubia que sería algo así como un resumen, una acumulación de las características de las prototípicas chicas de hoy) y su novio, quienes viven hiperconectados. Así, la película ya no será narrada como antes por cámaras de seguridad, sino por dispositivos más modernos como laptops, celulares y consolas de juegos (una idea para que los expertos del "product placement" nos regalen múltiples referencias e imágenes de los iPhone, la Xbox Kinect, las MacPro y un largo etcétera).
Pero este despliegue tecnológico -al igual que los otros, ya conocidos, de crecientes presencias fantasmales- termina por abrumar. Los directores Henry Joost y Ariel Schulman y el guionista Christopher Landon parecen tener sólo un puñado de ideas y -como ocurre con la saga en su conjunto- se dedican a exprimirlas y a estirarlas todo lo posible. Hay, también, unos niños bastante perturbados y perturbadores, algunas simpáticas pinceladas sobre las dinámicas familiares actuales y la (re)aparición de Katie Featherston, protagonista del film original.
El principal problema de Actividad paranormal 4, de todas maneras, no es su escasa creatividad sino que -luego de manipular emocionalmente al espectador durante una hora y media- lo "traiciona" con un final previsible y a todas luces ampuloso. Si algo mantenía esta saga era la idea de un terror minimalista (un elemento que se mueve, una sombra que se ve en el fondo, un ruido que se escucha a lo lejos). Con el desenlace por el que aquí se opta ya ni eso quedó en pie.