Actividad paranormal 5: la dimensión fantasma queda muy atrás respecto a las películas predecesoras.
Según el propio productor Oren Peli, la franquicia de Actividad paranormal termina en esta quinta entrega. Es una despedida tan poco inspirada que merecería una nueva oportunidad. De hecho, se trata de una flagrante traición al espíritu de la saga, caracterizado por la economía de medios y el principio de mostrar el mal a través de sus efectos y no de sus apariciones.
En vez de esa austeridad visual y narrativa, lo que propone Gregory Plotkin (que tiene un interesante currículum como montajista pero nula experiencia como director) es un tutti frutti en el que se mezclan los recursos de los últimos éxitos del género: los archivos de VHS encontrados, las puertas a otras dimensiones, los fantasmas oscuros y amorfos, las conexiones temporales. Todo esto sin contar el ya conocido arsenal de luces que parpadean, símbolos esotéricos, objetos que se mueven, juguetes que se prenden solos, etcétera.
En síntesis, es una Scary movie a la que le amputaron la parodia. Lo cual no significa que el guion no se contorsione en busca de momentos graciosos. Pero lo que encuentra es un humor absolutamente incoloro, de la mano de un personaje –el tío de la nena protagonista–, cuya ausencia sería más efectiva.
Debe constituir algún tipo de récord que en sus menos de 90 minutos, Actividad paranormal 5, la dimensión fantasma también tenga tiempo para abundar en situaciones inconducentes que giran en torno a una trama principal mínima: los esfuerzos de unos jóvenes padres para defender a su hijita del espíritu maligno que se la quiere llevar.
Curiosamente, el único principio de austeridad que se respeta en esta última entrega es la renuncia a la música incidental. Si bien en las escenas más intensas hay un sonido grave de fondo que no consigue ser inquietante, la ausencia de los típicos crescendos termina percibiéndose como una falla. Esa falta expone de manera brutal la carencia de auténtica tensión en la película.