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Dicen que es la última de la saga, y por eso pusieron de todo: 3D, exorcismo, y efectos en primer plano.
Con las películas de terror siempre hay que desconfiar. No sólo en la trama, sino cuando avisan que es la última de la saga. Porque si funciona en la taquilla, ¿por qué no habrían de seguir y seguir con la camarita que graba fenómenos paranormales en alguna casa?
Lo que comenzó como algo más (menos) o menos (más) original ha perdido sorpresa, y con el correr de las películas las explicaciones ya no conforman a nadie que haya visto 30 segundos de un filme de terror en los últimos diez años. Ahora es una pareja, con su hijita Leila, la que consigue una casa a un precio conveniente, y Ryan, el papá, encuentra en una caja una cámara de video vieja.
Cuando la enciende, días antes de Nochebuena, mientras graba ve algo extraño, que no llega a ser una figura, sino como burbujas. Pero de a poco, con la ayuda de su hermano y de una rubia pechugona que no se sabe qué parentesco tiene con la familia, ni tampoco interesa, irán presenciando un fenómeno paranormal y cambios en la personalidad de Leila, la niñita.
Tal vez porque pregonan que es la última de la saga, aquí metieron de todo: a la cámara fija y la cámara en mano le agregaron, en la trama, un cura, exorcismo, nada de sexo y mucha aparición en primer plano, que para eso la filmaron en 3D.
En síntesis: una más, no sólo de la saga de Actividad paranormal, sino de las decenas de sagas que comenzaron con El proyecto Blair Witch y que debido a las ganas del público, en su mayoría adolescente, de ir, pagar y asustarse, seguirá y seguirá en los cines hasta que una nueva moda termine por desterrarla. Si eso sucede, porque si no, continuará hasta que los chicos se cansen.