Un spin-off innecesario
La saga de Actividad paranormal arrancó en 2007 con un inteligente uso del found-footage para un terror que apostaba más por la creación de climas y la sugestión que por el impacto. El éxito de la franquicia hizo que las películas se fueran acumulando (la quinta llegará en octubre próximo), pero no contentos con semejante bombardeo ahora Oren Peli y compañía nos someten a un spin-off con fuerte impronta latinoamericana y de muy bajo nivel.
Dos amigos chicanos de 18 años acaban de terminar la secundaria y se dedican a registrar todo lo que hacen en Los Angeles con su cámara. Mientras pierden -como buenos adolescentes- el tiempo en pruebas tipo Jackass descubren de manera fortuita que en un departamento del mismo edificio se practican… rituales demoníacos.
Lo que sigue es un reciclaje de ideas ya vistas en decenas de películas, que van desde posesiones diabólicas, transformaciones, baños de sangre, sótanos ominosos, atmósferas sórdidas y elementos fantásticos (es para rescatar el divertido uso que se hace de un viejo juego Simon) en el contexto de las costumbres cotidianas de familias de origen latino.
El problema central, de todas formas, ni siquiera es la absoluta falta de originalidad de la propuesta sino sus tremendas flaquezas formales, su absoluta falta de rigor en el punto de vista y los múltiples caprichos sin justificación de la puesta en escena.
Es lamentable que mucho público vaya a ver este subproducto bajo el “engaño” del título, que promete una nueva entrega de la saga cuando en realidad es una derivación muy menor. Se trata, de todas maneras, de un arma de doble filo: lo que empezó como una promisoria franquicia ya se parece demasiado a un abuso y da claras, contundentes señales de fatiga.