La saga ha muerto
Marcados sí, pero para el aburrimiento por asistir a la muerte en vivo y en directo de esta franquicia Actividad paranormal, deudora de la digna Proyecto secreto Blair Witch, que demuestra su nula eficacia en materia de sustos y mucho más grave aún su pobre criterio a la hora de mantener al menos la atención en una trama atada con alambre desde el minuto cero.
Fiel a ese estilo ya desgastado del falso documental, no se justifica demasiado el por qué de la obsesión de los protagonistas por filmarlo todo: graduación de uno de ellos, bromas entre sí y el descubrimiento de ciertas anormalidades en sus conductas que arrastran tal vez el poder oculto de lo que a las claras se entronca con la consabida posesión. El resto no supera la rutina de la mediocridad al que nos tiene acostumbrado este tipo de producto, donde el letargo entre el nopasanadismo y el yameloveiavenir ocupan el centro de la escena mientras la frenética cámara digital empaña cualquier grado de seriedad de la puesta en escena.
Aquí el descubrimiento de un supuesto aquelarre y una vecina con etiqueta de bruja pegada en la frente son los disparadores para que los mecanismos del terror accionen sus cuerdas aunque resulta tan desafinado este repertorio chicano que en vez de asustar genera risa y no estamos precisamente hablando de una parodia sino de un pretendido film pensado para el grito desconsolado y la taquicardia desprevenida.
Lo desparejo y básico de este guión que acumula elementos sin siquiera preguntarse el sentido no hace otra cosa que reflejar que esta saga ha muerto, a pesar de que nadie se quiera hacer cargo de su funeral.