Highlights del horror
La crítica de una película debe incluir elementos que el espectador pueda luego enfrentar con lo que ve en pantalla, algún análisis que se pueda ratificar o cuestionar frente a la obra en cuestión. Las sensaciones no valen en este sentido. Que un film sea entretenido o soporífero es un asunto puramente subjetivo: ante la misma proyección alguien puede aproximarse al éxtasis mientras el espectador de la butaca de al lado se rinde ante el sueño.
Lo mismo ocurre con otra sensación que le dio nombre a todo un género: el horror. Sostener entonces que Actividad paranormal es buena porque asusta, o porque inquieta a posteriori, cuando se llega a la cotidianeidad del hogar, no tiene gran asidero y no debería justificar por sí solo la valoración de la película. Aunque apele a temores muy extendidos (lo sobrenatural, la oscuridad, los silencios, los sonidos desconocidos) no hay miedos universales, por lo que la subjetividad sigue jugando un papel decisivo.
El ignoto Oren Peli eligió para su ópera prima un recurso que se hizo frecuente en los últimos años: el found footage o grabaciones encontradas. No redundaré en cuestiones generales al respecto (como el innecesario giro del género hacia el verismo), que ya han sido abordadas en una serie de entradas de este blog. Tampoco me detendré en la historia detrás de la película, una aburrida sucesión de rumores más o menos confirmados acerca de cómo una producción de 15 mil dólares ya lleva recaudados más de 110 millones [1].
Mejor centrarse en la película, en sus (pocos) aciertos y (muchos) errores. Actividad paranormal tiene un gran mérito, acaso el único, en la construcción del plano fijo del dormitorio, lugar inevitable de descanso donde la indefensión es casi absoluta. Se trata de la imagen que abre este post, la del afiche y casi la única utilizada para promocionar la película. Ese encuadre, en tono azulado, obliga a estar atento a dos posibles frentes de acción, por lo que no arrastra una significación a priori. Por un lado la enorme cama donde duerme la pareja; por otro la puerta, abierta hacia el fuera de campo. Esa composición será exprimida hasta el paroxismo en los ochenta y pico de minutos, al punto de que casi todo lo relevante ocurrirá allí. Y aquí aparece uno de los problemas.
Porque la película de Peli no es más que los highlights del horror, un resumen con los momentos culminantes de los veintipico de días en que la pareja convivió con un inquilino tan indeseado como científicamente inexplicable. El recurso atenta contra la progresión dramática y la sorpresa: pasados los primeros minutos el espectador ya se acomodó y sabe qué esperar de cada escena. Sólo cuando se apaga la luz aparecen los fantasmas.
El otro gran inconveniente es la construcción de los personajes. La película los necesita tontos, carentes de sentido común. Una primera defensa ante el temor, reacción casi instintiva, es encender una luz. Otra es buscar compañía. Pero si Katie y Micah lo hicieran el misterio de desvanecería. Tampoco está justificado -aunque se esboza algún endeble motivo- por qué deciden quedarse en la casa. O por qué no contactan a otro profesional cuando se enteran de que el que buscaban está de viaje.
Así, Actividad paranormal no es más que otra campaña de marketing, comercialmente exitosa (dentro del género, quizá la más exitosa desde aquel chasco conocido como El proyecto Blair Witch) pero de escasa relevancia en términos cinematográficos. Encerrado entre remakes de diversos orígenes y exhibiciones pornográficas de la tortura, el género -como si fuera una de esas scream queens de décadas más gloriosas- pide a gritos una renovación. Este no parece ser el camino.
[1] Los interesados pueden leer al respecto una nota de Mariano Kairuz en el suplemento Radar de Página /12 que cuenta cómo la marca Steven Spielberg resultó descisiva para el éxito del proyecto.