Lo que nos acecha en la oscuridad de la noche
Actividad paranormal logra su cometido: inquietar
El director israelí (radicado en Estados Unidos desde los 19 años) Oren Peli rodó en 2007, con apenas 15.000 dólares, en una sola locación (un departamento en las afueras de San Diego) y con un puñado de actores desconocidos un pequeño film de terror que se convirtió en uno de los fenómenos de marketing más importantes de la historia del cine.
El fenómeno ya ha sido analizado en términos económicos (sólo en los Estados Unidos lleva recaudados 110 millones de dólares) y, por eso, bien vale concentrarse en sus alcances artísticos y, ya desde una mirada más sociológica, en el por qué de semejante aceptación mundial que excede por mucho sus indudables, pero limitados valores cinematográficos.
La premisa, sencilla, es la siguiente: Micah (Micah Sloat) y Katie (Katie Featherston) son una pareja joven que se muda a una casa. La felicidad por semejante logro pronto se ve empañada por unos extraños ruidos que empiezan a sentir por las noches. El novio?un obsesivo consumidor de todo tipo de dispositivos tecnológicos? decide dejar su cámara digital prendida mientras duermen para luego analizar por las mañanas las imágenes. No hay dudas: la actividad paranormal del título existe. Y más aún: alguien (o algo) los está amenazando. La llegada de un psíquico no hace otra cosa que confirmar sus peores presunciones y, a medida que pasa el tiempo, la situación se va tornando cada vez más complicada.
El espectador (voyeur) resulta un testigo privilegiado de los hechos sobrenaturales, que Oren Peli va dosificando de manera sabia, con un buen trabajo con el fuera de campo y apelando a los inevitables efectos de sonido. Es cierto que hay algunos elementos que se manejan con bastante capricho (por qué por momentos se activa la alarma del lugar y en otros no) o que el nivel actoral es de discreto para abajo, pero el film logra su cometido: inquietar, sugestionar y, finalmente, asustar, dejando además un efecto residual que crece y se resignifica incluso cuando el público ya abandonó la sala.
Actividad paranormal es el triunfo de una buena idea por sobre el gran presupuesto, por sobre el cine sustentado en el bombardeo de efectos visuales generados por computadora e incluso por sobre sus evidentes limitaciones técnicas y artísticas. Es la victoria de un proyecto que sintoniza a la perfección con el universo de las home-movies, de la generación YouTube, de la sociedad hiperconectada, de la tecnologia al alcance de (casi) todos. Una película pequeña que creció no sólo gracias al ingenio del marketing y el furor de Internet sino también por la identificación que genera y los sustos que provoca. Es decir, con el espíritu de la cultura pop y las armas nobles del género de terror.