El astronauta de las tinieblas
Balanceándose entre la grandilocuencia épica de Christopher Nolan y la introspección trascendental de Terrence Malick, Ad Astra (2019) es una película hecha con aires de grandeza y la disciplina necesaria para merecérselos. Funciona superficialmente como un serial aventurero y ulteriormente como un estudio del héroe. Los dos Joseph, Campbell y Conrad, estarían contentos.
El crédito es del director James Gray y su co-guionista Ethan Gross, así como Brad Pitt en el papel del astronauta Roy McBride. Es difícil imaginar la película sin él. Entre Había una vez... en Hollywood (One Upon a Time in Hollywood, 2019) y esta película la estrella demuestra nuevamente su versatilidad para interpretar distintos tipos de cool. Como Cliff Booth, McBride es alguien que puede habitar varias esferas simultáneamente y desplazarse de una a otra con facilidad, siempre la persona correcta en el lugar correcto y ni un segundo después. Si Cliff es impredecible y esclavo de su propio id, Roy es de su propio hábito: inteligente y capaz pero retraído y emocionalmente enajenado.
A Willard le dan una misión “por sus pecados”; a McBride le dan una misión por los de su padre, que además sirve de Kurtz. La Tierra está siendo asolada por rayos cósmicos desde los confines más remotos de la galaxia y los jefes de Roy creen que el culpable es su padre Clifford (Tommy Lee Jones), un astronauta desaparecido hace 16 años en plena misión de buscar vida inteligente. Roy debe viajar a Marte (con escala en la luna) e intentar contactar a su padre en un intento desesperado de encontrar la explicación de los rayos y detenerlos.
Ambientada en un futuro cercano, la ciencia ficción de la historia está imaginada dentro del reino de lo realista. No sólo por la tecnología esbozada en pantalla (hasta las pistolas láser se ven plausibles) sino por la relación del ser humano con el espacio, que en su monotonía y frivolidad recuerda a 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Pero Gray sabiamente limita el foco al protagonista y su recorrido, tanto el físico como el interno. El marco de la ciencia ficción, mundano y opresivo, es lo que permite (e instiga) el recorrido en sí.
Como buen serial de aventuras, la película postula un sencillo itinerario con paradas exóticas entre las cuales sucede una pequeña aventura, cada una riesgosa pero autocontenida. Es un formato tan anticuado como efectivo y realza el peso de la misión de Roy, quien empieza a cuestionar su verdadera motivación con una apesadumbrada voz en off. Tommy Lee Jones es excelente como un sombrío Kurtz, lejano y omnipresente, perfilado a través de una serie de ominosas bitácoras. Los demás actores - Donald Sutherland, Ruth Negga, Liv Tyler - quedan relegados a partes meramente funcionales o simbólicas.
Como toda buena ciencia ficción, la historia de Ad Astra nace de las ganas de reflexionar sobre el presente especulando sobre el futuro. No es una película de acción o fantasía disfrazada, aunque funciona perfectamente como una aventura. De hecho el mensaje de la película es tan sencillo que, tras tanta parsimonia, resulta más bien un anticlímax. Además de abrupto el final.