La nueva película de James Gray, Ad Astra, recupera un estilo de ciencia ficción diferente al bombástico del Hollywood actual. Sus sobresalientes rubros técnicos, banda sonora, e interpretaciones, crean un todo difícil de rechazar.
“En el espacio nadie te oirá gritar”, rezaba en 1979 la promoción del clásico Alien. Los personajes de Ad Astra parecen haber tomado nota de este tagline a la hora de emprender sus propios viajes hacia el espacio exterior, uno más interno de lo que creemos.
Tal como sucedía hace dos semanas con el estreno de lo último de Claire Denis, High Life, propuestas como esa y Ad Astra pueden resultar engañosas para el público amplio que asocia una historia en el espacio exterior con una aventura espacial de ciencia ficción cargada de ritmo acelerado, acción, y peligro para los personajes digno de un combo jumbo de pochoclo y gaseosa.
No, si van a entrar a sala esperando ver en Ad Astra a Brad Pitt corriendo contra reloj para salvar su vida y la del planeta ante un peligro inminente y mortal en el espacio, puede ser que se topen con una gran decepción. Por más que algo de eso del peligro para la humanidad en el espacio se encuentra en el argumento. Los trailers (inteligentemente) mucho no dicen.
El afiche es el típico con el rostro del astro protagonista, tampoco puede adivinarse mucho ahí. Aclaremos, Ad Astra va más por los carriles de 2001 Odisea en el espacio, Moon, o Solaris, que por los de Event Horizon o Sunshine.
Perfectamente podría ocurrir también en un espacio marítimo, al estilo de Moby Dick o Kon Tiki, cualquier escenario que le permita al personaje un espacio de soledad para la introspección. Introspección, eso es lo que mejor define a Ad Astra.
La voz en off de Brad Pitt nos recibe desde el primer segundo, irá narrando como un diario íntimo en el que descarga todo lo que sucede en su interior, e introduce al espectador en un clima acogedor sin necesidad de buscar una proyección heroica. La clave para descubrir el clima de Ad Astra (quizás hasta antes de comprar las entradas) está en los nombres involucrados.
Su protagonista y productor es una de las últimas estrellas clásicas hollywoodenses, al que difícilmente se lo ve en películas que funcionen como mero entretenimiento efectista. Digamos que algo como Guerra mundial Z fue una anomalía en su filmografía más o menos reciente, y todo da a pensar que el proyecto original era algo distinto a lo que terminó siendo.
Más aún se identifica Ad Astra con su realizador, con un puñado de títulos muy interesantes, James Gray viene haciéndose una carrera firme dentro de Hollywood con películas que quizás no se cuentan entre la más populares, aunque sí le aseguraron un lugar de culto y prestigio.
The Yards y We Own The Night no son de esas películas que quizás marcaron records en la taquilla, hasta pueden haber fracasado en cuanto a números, pero el boca a boca de quienes la vieron las convirtieron en pequeños clásicos del margen hollywoodense.
Películas con una densidad especial, centradas en los personajes y sus relaciones, con conflictos personales; y un ritmo que le escapa al corte videoclipero. La que más se emparenta con Ad Astra probablemente sea esa gema de 2016, The Lost City of Z, film de ¿aventuras? con mucho del estilo de los años ’50 y espesor dramático en el cual el escenario selvático era un personaje más protagónico.
Gray respira clasicismo, amor por el Hollywood de la era de oro, y en Ad Astra lo vuelve a demostrar. La historia de Ad Astra se sitúa en un futuro cercano no muy diferente a nuestro presente en cuanto a parafernalia. Los viajes espaciales son moneda corriente entre los Estados, principalmente Estados Unidos.
La Luna cuenta con varias bases de colonización, y hace treinta años se envió en un viaje de expedición de otras galaxias a un equipo de astronautas liderado por Clifford McBride (Tommy Lee Jones).
Expedición que sufrió de severos inconvenientes; y a su tripulación se la considera desde entonces perdida, lo cual elevó la categoría de Clifford a casi un héroe de guerra o martir patriota. Su hijo, Roy (Brad Pitt) no tiene el mismo sentimiento hacia Clifford, o mejor dicho hacia su padre, del cual sufrió su ausencia aún antes de que esta fuese definitiva, el hombre siempre impuso un desapego hacia su familia.
La falta de figura paterna marca a Roy, también astronauta condecorado, y repercute en su vida personal. Está separándose de su esposa (Liv Tyler) con la que no pudo formar una familia, no por cuestiones biológicas, sino psicológicas.
Cuando se suceden una serie de descargas eléctricas desde el espacio que ponen en peligro toda la energía del Planeta Tierra, Roy es convocado para una nueva misión ultra secreta.
Descubrieron una serie de señales provenientes de Neptuno que pueden estar relacionadas con las descargas, y para más, esas señales pueden provenir de Clifford, quien aparentemente está vivo. Roy deberá viajar hacia Marte, haciendo escala en la Luna, para enviar un mensaje hacia Neptuno.
Un viaje plagado de peligros, físicos y emocionales, Roy podría exponerse a un reencuentro conflictivo. Como un hijo que vuelve a casa de sus padres después de muchísimos años, Roy realiza un viaje en el espacio exterior que es más un viaje hacia su interior.
Mediante flashbacks y conexiones conoceremos la historia de Roy y Clifford, y como, al igual que él, Roy también elige el espacio para rodearse de soledad, su única compañera. Ad Astra desgrana la personalidad de Roy, y la refleja en Clifford.
Es un film que invita a la reflexión y despoja del heroísmo de figurita, de manual, a sus personajes cargados de demonios y zonas oscuras muy humanas. A diferencia de lo que sucedía con la soporífera y engreída High Life, Ad Astra plantea un film de ritmo particular pero que nunca aburre, y no subestima su espectador al grado de querer llevarlo a un didactismo, o enrostrarle escenas polémicas para que los festivaleros batan palmas.
No, Ad Astra puede ser tanto disfrutada por un púbico popular (que sepa que no va a ver Star Wars, ni Star Trek) como por alguien que busca cine qualité (si es que obligadamente existe una separación de ambos).
También supera ampliamente a Interestelar, otro film con el que guarda ciertas similitudes. Allí donde Nolan, como siempre, se pierde en querer explicar lo que no nos interesa, y se expone a un ridículo que no favorece a un film de “corte serio”, Ad Astra siempre se presenta con un objetivo claro del que no se desvía y al que siempre le encuentra el tono.
Visualmente, Ad Astra ofrece algunas de las escenas espaciales más bellas de los últimos tiempos. Poniendo los efectos al servicio del film, haciendo un uso del plano amplio, widescreen, con una fotografía atenta a los detalles.
Su envolvente banda sonora es otro aporte fundamental a ese clima cálido y sereno, contemplativo. Hace años que Pitt dejó de ser sólo una cara bonita. Es de esos actores que siempre tienen algo más que entregar.
Aquí se carga un personaje muy complejo al hombro, más teniendo en cuenta que todo el centro es él, funcionando el resto como satélites disparadores. Un intérprete que actúa con todo su cuerpo y su decir.
Un trabajo en el que cuesta reconocer al Cliff de Había una vez en Hollywood, completamente diferente; lo cual nos habla de un gran actor. Tommy Lee Jones es otro de esos interpretes que siempre valen la pena, es difícil imaginar a Clifford con otro rostro que no sea el suyo (quizás Clint Eastwood, aunque este no tiene el mismo anticarisma que Jones). Ambos son un aporte indispensable para que Ad Astra sea la gran propuesta que es.
Párrafo aparte para Liv Tyler, que no cuenta con demasiado espacio en el film, pero entrega una interpretación muy interesante y acorde, ayudada por un gesto de tristeza habitual suyo. Sus escenas, siempre con Pitt, dicen mucho casi sin hablar.
Una reivindicación para una actriz a la que pocas veces se valora. Ad Astra es de esas propuestas diferentes de un Hollywood cada vez más acostumbrado al chorizo, al copia y pegue, a la explosión para disimular carencias narrativas.
La serie de planteos internos (y hasta algunas interesantes críticas sociales) que logra dentro de un marco de Ciencia Ficción popular, no es algo que encontremos todos los días. Vale la pena emprender este viaje.