Godard, ahora experimenta con 3D
Si a fines de los '50 desarticuló la gramática del cine con Sin aliento y en los albores de los '70 descubrió y exploró las posibilidades del video con Número 2, era más que obvio que Godard, 84 años recién cumplidos, se interesara por las posibilidades del 3D. Pero sintetizar que Adiós al lenguaje se manifiesta como una exhibición de la imagen tecnologizada de estos días, implicaría pasar por alto no solo a la ¿película? en sí misma sino a la obra de Godard de los últimos 20 años. El punto de inflexión sigue siendo el pesimismo aluvional que corroe las seis horas de la serie Histoire(s) du cinéma (1995/1999) y algunas de sus posteriores extensiones (Elogio del amor, Nuestra música, Film Socialismo) donde Godard construye y deconstruye a la imagen y al cine como testigo esencial del siglo XX. Pero Godard, desde hace tiempo, no mira hacia atrás ni recurre a la nostalgia por aquella cinefilia perdida y abandonada, sino que actualiza su discurso desde un lugar de prestigio bien ganado, como si se tratara de un oráculo que en medio del desierto opina sobre el mundo. Ya lejos de un realizador convencional (en realidad nunca lo fue), más cerca de un filósofo que toma expresiones ajenas (London, Faulkner, Dostoievksi, Mary Shelley) para disimular la ausencia de voces más cercanas, Adiós al lenguaje es otro ejemplo de una manera de concebir durante setenta minutos imágenes bellas y difusas, perfectas y borrosas, cadenciosas y meditabundas, con el único afán de describir un universo. Un universo observado desde una Babel cultural llamada Godard. En ese sentido, puede decirse que hay una pareja y un perro junto a un paisaje bucólico transmitido a través del 3D. También una serie de reflexiones sobre las obsesiones de larga data del autor: Europa y su decadentismo, el nazismo, la Historia con mayúscula. Una pareja que habla fuera de campo en medio de flatulencias y sentadas en el inodoro (¿el 3D expresado como una gran cagada moderna?), otra pareja que puede ser la misma y un perro, el perro personal de Godard, registrado como un indicador de belleza absoluta. "Los que no tienen imaginación se esconden en la realidad", es una de las frases del inicio de Adiós al lenguaje y hacia allí apuntan los propósitos de este no-film: provocar, expresar, reflexionar.