Puede el lector pensar que colocarle tres estrellas y media a este último film de Jean-Luc Godard es un acto snob. Dado el nombre del realizador, podría pensarse lo mismo si colocamos media estrella, cinco estrellas o cualquier otra cantidad. “Adiós…” es un film rodado en estereoscopía (3D) que Godard, que conoce muy bien la técnica cinematográfica, utiliza perfectamente. Gira en torno a la vida de una o varias parejas vistas a través –quizás– de la mirada de un perro. Y sus imágenes son bellas, elaboradas, a veces absurdas, pero de un absurdo calculado. Es una película compuesta como un poema, experimental en el sentido amplio del término: Godard dijo una vez que todo film es un documental de sí mismo y la manera cómo crea y varía los hilos de la trama (hay “trama”, aunque no “historia” en un sentido tradicional) sostiene esa idea: nos hace partícipes de su propia experimentación con un nuevo formato. El título refiere, pues, a que cuando ya es posible registrar las tres dimensiones de la realidad, el espesor de la imagen vuelve (más) superflua la palabra. Ahora bien: el goce de este film es intelectual y estético: hay planos que apabullan, hay momentos que nos conquistan. Pero como todo experimento, gran parte de su encanto reside en lo inacabado, en lo provisorio. Y respecto de otros films “provisorios” del propio Godard, es menor: un juego que, alternativamente, requiere mucho y muy poco de su espectador.