"Adiós al Lenguaje”, el último experimento de Godard
"La idea es simple. Una mujer casada y un hombre soltero se conocen. Se aman, discuten, los puñetazos vuelan. Un perro está entre la ciudad y el campo. Las estaciones pasan. El hombre y la mujer se reencuentran. El perro se encuentra a si mismo entre los dos. El otro está en uno. El uno está en el otro. Y son tres. El marido lo echa todo a perder. Una segunda película comienza. Igual que la primera. Y a la vez no. De la carrera humana pasamos a la metáfora Termina en ladridos. Y un bebé llora".
Ésta es la sinopsis escrita por el mismo Jean-Luc Godard, cineasta glorioso que llega con Adiós al Lenguaje (Adieu au Langage) a su largometraje número 39, y, en su extraordinaria y extensa carrera que comenzó en los '50 y sigue hoy firme, continúa revolucionando el arte visual de una manera nunca jamás alcanzada por ningún otro auteur.
Sin embargo, la experimental Adiós al Lenguaje –que sin dudas es visualmente sorprendente y cuenta con una profundidad y un simbolismo que sólo se puede observar hoy en día en la obra de uno de los últimos representantes de La Nouvelle Vague- no alcanza la majestuosidad de sus películas anteriores.
Aclamada en Cannes, Adiós al Lenguaje no logró contentar al público, y la crítica mundial se encontró en lados contrapuestos a la hora de defenestrar o adorar este filme que más que nada parece una sátira de sí misma; una sátira de Godard.
Con Heloise Godet, Kamel Abdelli, Richard Chevalier y un simpatico perro llamado Roxy, Adiós al Lenguaje –que, por cierto, hace un magnífico e innovador uno del 3D- dejará quizás insatisfecho a los fieles seguidores del maestro Jean-Luc, y perplejos a quienes se aproximen por primera vez a su obra.