AQUELLA OCUPACIÓN. ¿AQUELLA RESISTENCIA?
Explorar las fuertes diferencias entre el lenguaje cinematográfico y teatral no implica novedad alguna suponiendo de manera apriorística sus particulares códigos de reconocimiento. Basta elegir, por ejemplo, la obra de Tennessee Williams en imágenes y confirmar que, desde allí, se concreta de forma trasparente qué caracteriza a una puesta en escena cinematográfica de otro procedente del lenguaje teatral.
El caso de El dilema de Mr. Haffmann corrobora los supuestos: se trata de una obra teatral trasladada al cine con ejes de interés en el texto, la temática abordada, la potencia actoral y un trabajo “de cámara” dedicado a ilustrar la exposición de hechos y conflictos. No estaría mal pero sí lejos de una propuesta desafiante del director Fred Cavayé en interesarse por algún matiz que vaya más allá de la ilustración de la obra original de Jean-Philippe Daguerre, ubicada en ese período donde Francia fue ocupada por el poder nazi.
La historia es particular e intimista, o en todo caso, lejos de temas grandilocuentes de la Segunda Guerra Mundial. El conflicto presenta a dos personajes de peso (Joseph Haffmann y Francois Mercier), a la esposa del segundo (Blanche) y a las ocasionales y luego reiteradas visitas de un jerarca nazi a la joyería donde trabaja el dúo, patrón y empleado del lugar.
Los acontecimientos, claro está, refieren a aquel período denso de la Francia ocupada, constituida en definitiva por héroes, resistentes y colaboracionistas. Pero el argumento de El dilema de Mr. Haffmann repara en tres espacios referenciales y en ambientes irrespirables, donde el contexto político descansa en el fuera de campo como breve detalle de los sucesos que transcurren en la joyería y en la casa propia y al mismo tiempo refugio donde se esconde uno de los personajes.
Acá el recuerdo cinéfilo se dirige a una de las últimas películas de Francois Truffaut. Me refiero a El último subte (1980) y la historia de tres personajes durante la ocupación, uno de ellos oculto de la persecución nazi que, por si fuera poco, describe en su trama a mundo germinado por el teatro y a una obra a concebirse en ese período de la historia.
Pero Cavayé ni ahí es Truffaut en cuanto a su pasión por el cine, ya que la historia de Haffmann, su mujer y su empleado, repleta de vicisitudes y novedades que no amerita revelar, conforman un corpus perfecto pero elocuente solo desde las idas y vueltas del guión y de un elenco actoral de renombre encabezado por el notable Daniel Auteuil (en la piel del joyero).
Eso sí: la historia revela las miserias de aquel entonces, los miserables comportamientos humanos frente a situaciones límite y la toma de decisiones ante un contexto que corroe y oprime. Es decir, una serie de “grandes temas” que invaden las dos horas de película.
Dos datos adyacentes de cuño cinéfilo. En el rol de Blanche aparece Sarah Giraudeau, hija de Bernard Giraudeau, prolífico actor que trabajó en películas de Leconte, Claude Miller, Granier-Deferre, Assayas, Nicole Garcia, Diane Kurys, entre otros y otras.
Y si se sigue con anexiones entre padres e hijos el papel del oficial nazi lo personifica Nikolai Kinski. No necesito informar quien fue su particular progenitor.