En la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial, durante los años 1941 y 1942, transcurre esta pieza de cine arte que aborda un tema espinoso para el país galo, como es el colaboracionismo. El empleado de un joyero judío acaba ocultado a su propio jefe en el sótano de su hogar, luego de que este (de ascendencia franco-judía) no pudiera escapar junto a su familia. En medio de una ciudad atestada de nazis habrá acuerdos que cumplir; también planes que se tuercen bajo los más perversos intereses. Una tienda podría servir de impensado refugio y fachada, para un film que expone un conflicto de intereses e identidades. El título del presente film nos remite a “Adios, Muchachos”, joya autoría de de Louis Malle estrenada en 1987, y también ambientada en la guerra. Fred Cavayé, guionista y director premiado en Cannes por su ópera prima “Por Ella” (2008), elige un estilo de dirección que favorece la brillante construcción de personajes por parte de Daniel Auteuil y Gilles Lellouche, dos actores de raza que saben bien como abordar este preciso estudio de la ambigüedad moral. Entre sendos personajes aflora el resentimiento a medida que la trama avanza y el tono narrativo se acerca al cuento con moraleja fabulada: las circunstancias nublan la razón. “Adiós, Sr. Haffman”, expone las consecuencias de nuestros actos que repercuten en nuestros vínculos y deseos de realización personal, ofreciéndonos una lección moral no exenta de intriga. Creencias, miserias y virtudes humanas salen a la luz en situaciones extremas; el drama aquí acaecido no resulta la excepción. La opresión del encierro, la intolerancia que alimenta la violencia y el instinto de supervivencia pugnan como fuerzas encontradas en medio de un denso clima en constante tensión. A fin de cuentas, lo más temible que reviste a la irracionalidad del poder es el hecho de que el ser menos pensado, movido por la ambición, pueda crear grandes catástrofes. Toda historia tiene su gran villano. Pero cuidado con lo que deseas, podría volverse en tu contra.