En Adiós Señor Haffmann, la invasión alemana a Francia de 1941 genera un estado de ánimo en el que se mezclan el miedo y la vergüenza, pero que sobre todo saca a la superficie las envidias, la ambición, el aprovechamiento de los ciudadanos comunes. Aquí no hay épica ni héroes: lo que queda es la verdad sin máscaras de las personas sin la hipocresía que rodea la convivencia social.