De padres e hijos
Buenas intenciones que no redundan en un buen filme.
“De pronto llega alguien, te elige y tu vida cambia”, algo así dice Juan en un momento de Adopción. Y eso puede aplicarse a tantas cosas, tantas situaciones de la vida. Por lo pronto describe su soledad en un orfanato, su transcurrir la vida esperando un hogar y un papá y una mamá. Y a su vida llega Ricardo. Ricardo y José, que son pareja. Claro que sólo Ricardo adopta a ese niño que nació en 1976. Pero hay demasiados cabos sueltos en la historia del pequeño y muchos miedos que empiezan a aparecer a medida que Juan va creciendo. Por lo que el padre, entonces, decide asumir la responsabilidad de descubrir la identidad verdadera de su hijo.
David Lipszyc no se anda con chiquitas a la hora de elegir que quiere contar. Adopción, homosexualidad y dictadura militar se entroncan para desarrollar una historia de amor singular. Partiendo de una investigación sobre adopción de parejas homosexuales en el derrotero de la misma el director recabó información sobre casos conmovedores y decidió urdir con ellos el centro de su filme.
El problema casi insalvable es que la elección sobre los géneros se ubica en la lábil frontera del documental y la ficción, ese docudrama tan en boga en la actualidad y que en este caso no cuaja. A pesar de la ayuda insoslayable del material fílmico de los participantes (Super 8, que luego resulta una construcción también), de las fotos y los recuerdos (revistas, juguetes), que aportan su cuota de verdad, verdad que late en los testimonios, la verosimilitud se va deteriorando a medida que pasan los minutos y los mismos testimonios a cámara suenan forzados, artificiales, construidos, actuados. El problema no es la ficción de la que se echa mano sino la manera en que frente a la cámara surgen las palabras. Pocas veces se logra que la puesta en escena no se vea como tal. Y entonces más allá del dolor y la historia de vida que se cuenta, más allá de sentar posiciones con respecto al tema de la adopción por parte de las parejas homosexuales que hoy está sobre el tapete, más allá de sus buenas intenciones se hace muy difícil despegar al filme de esos programas televisivos donde la exposición es completa. Y buenas intenciones no significan buen cine. Ni siquiera cine.