Sofía Coppola carga desde siempre con una mochila demasiado pesada. Demasiado joven para ser exitosa, demasiado rica para ser talentosa, demasiado “hija de…” para ser tan buena como el padre. Vapuleada como actriz (en EL PADRINO 3), considerada por buena parte de la crítica como una directora de películas vacías y hasta banales, Miss Coppola no parece dispuesta a calmar a las fieras ni a trocar su discurso para convertirse en la reina de los desposeídos o algo por el estilo. Al contrario, parece que el desafío la estimula, la provoca.
bling1ADORO LA FAMA (THE BLING RING) es la clara demostración de que Sofía sigue haciendo cine en su propio universo y sobre su propio universo. Sus películas podrán ser sobre el privilegio, la fama y los niños ricos con tristeza, pero son pocos los cineastas que logran pintar ese mundo con la precisión y justeza con la que lo viene haciendo, a lo largo de cinco películas muy diferentes entre sí, la directora de SOMEWHERE. Es que más allá del medio que retrate, lo que Coppola logra transmitir está fuera de las líneas narrativas más convencionales de Hollywood.
El suyo es un cine sobre el tedio, el aburrimiento y la soledad, y también sobre la angustia y desesperación que conllevan. El actor cansado viendo strippers en su cuarto de hotel sin ningún interés, la princesa embolada pese a vivir en un palacio de ensueño, Scarlett angustiada y sola en medio de Tokyo: lo que Sofía genera es un delicado choque entre los personajes y el ambiente que los rodea. Como lo hacía Antonioni en sus películas de los ’60, Coppola deja en claro que la desesperación no conoce de clases sociales y que por algo a muchos de los lugares que sus personajes habitan se los llama “paradisíacos”: porque en ellos nunca pasa nada.
En ADORO LA FAMA, en apariencia, hay algunas diferencias. Los personajes parecen contentos de vivir en el mundo en el que viven (colegios privados de Los Angeles, fiestas exclusivas y autos descapotables), pero en el fondo no son muy distintos de los protagonistas de “Perdidos en Tokyo” o “Somewhere”: hay algo en su presente que no los satisface del todo y en algún momento se darán cuenta del error.
bling3Los personajes de ADORO LA FAMA se desesperan, literalmente, por conocer las casas de las celebridades hollywoodenses: vivir aunque sea unos momentos la experiencia de ser famosos, tocar sus ropas, pertenecer a esa aparentemente exclusiva casta de príncipes del momento. El deseo no tiene un objetivo demasiado claro: puede ser el placard de Paris Hilton, el living de Lindsay Lohan, los zapatos de Kirsten Dunst, los muebles de Orlando Bloom, la almohada de Johnny Depp o el perfume de Kim Kardashian. No importa, lo que cuenta es ser parte de esa realeza.
Mark (Israel Broussard) es un chico recién llegado a un elegante barrio de Los Angeles al que no le queda otra que integrarse, pero es velozmente despreciado por todos los chicos que van a ese aparentemente exclusivo colegio privado ya que, parece, no se viste ni se peina del todo adecuadamente. La excepción a la regla es Rebecca (Katie Chang), que tal vez por ser en parte asiática se maneja con su propio grupito, lejos de las más populares del colegio. Ella lo recibe y lo cobija en su seno. Los “losers” de este grupo no lo serían en otra escuela: son aspirantes a actrices y modelos, hijos de ejecutivos de Hollywood y así. Pero en el híper competitivo mundo en el que viven son lo más parecido a los nerds y los parias de otros lugares.
En sus pérdidas de tiempo vespertinas y guiados por la intensa Rebecca, líder del grupo y el personaje más misterioso del filme, el grupo -que además integran dos excesivamente bobaliconas y zarpadas chicas que viven juntas con una madre post-hippie (genial Leslie Mann), y una rubia sexy y bastante idiota- no tiene mejor idea que robar en las casas de famosos porque les da curiosidad, porque es fácil (sólo falta un buen manejo de Google Maps y un repaso de las revistas de entretenimientos para ver quiénes están fuera de la ciudad) y porque no tienen nada mejor que hacer. Rebecca se dedica a la tarea con devoción, Mark con miedo y fascinación, y los demás porque sí.
bling2Coppola –que de entrada nos muestra que el grupo fue finalmente detenido por lo que hicieron, aunque los detalles del juicio los conoceremos recién al final– no trata de hacer una profunda exploración psicológica de los adolescentes sino, como en sus otros filmes, retratar momentos en sus vidas, mostrarlos metiéndose en situaciones complicadas sólo para darle algún grado de excitación y pasión a sus anodinas vidas. En ese sentido, tiene un aire a versión “cheta” y light de SPRING BREAKERS.
Filmada de una manera acorde al mundo de celebrities de entrecasa que retrata, regodeándose en las marcas, carteras, vestidos y zapatos de los famosos, mostrando casas espectaculares, fiestas a todo trapo y autos de lujo, Coppola nos lleva con mano maestra por los pequeños detalles de ese universo tan californiano que parece conocer muy bien. Y, en este grupo mayoritariamente femenino, es el personaje de Mark el que merece nuestra simpatía.
La película es liviana como el mundo que retrata pero, a la vez, curiosamente reflexiva. Los planos largos, cierto regodeo en los tiempos estáticos de pura epifanía consumista y algún tour de force visual para filmar uno de los robos son la evidencia de que Coppola filma a los chicos como una hermana mayor –o amiga de la familia—a la que estos adolescentes le caen simpáticos y queribles, aún cuando sus actividades le parecen algo banales.
Tal vez uno de los errores del filme sea que los personajes secundarios van de lo inescrutable a lo caricaturesco, bordeando el papel de bobaliconas de Beverly Hills. Como Emma Watson, que está muy bien en el rol de una chica tonta cuyo modelo de vida es Angelina Jolie, pero del que la película termina burlándose un poco. Es un recurso un poco facilista e innecesario –especialmente por la manera en la que Coppola siempre ha retratado a sus personajes—, pero en cierto modo entendible: no debe haber forma de vivir adentro de la celebrity culture sin perder algo de cordura en el camino.