Sofía Coppola es una de esas realizadoras de las cuales el espectador puede identificar que es una película de ella aún sin ver los créditos.
Las pausas prolongadas, las escenas contemplativas y cuando la nada es todo y el todo es nada, se han convertido en sus marcas registradas.
En Adoro a la fama, pésimo título para The bling ring que es como se llama originalmente, vuelve a abocarse a lo que parece ser que le gusta mucho observar, analizar y criticar: el estilo de vida de Hollywood y quienes lo habitan.
Ya lo hizo con su obra maestra Perdidos en Tokio (2003) y con la genial y poco valorada Somewhere (2010), donde tomaba la soledad de los actores como punto central para luego descomprimir ese universo.
En esta oportunidad toma un hecho real de hace un par de años y que fue muy notorio porque las celebridades hollywoodenses amadas por las revistas y webs de chimentos y modas eran “cover girls” otra vez pero no por sus escándalos y vestidos sino porque se encontraron como víctimas de varios robos perpetuados en sus lujosos domicilios. Así fue como Paris Hilton, Lindsay Lohan y Megan Fox, entre otras, denunciaron e hicieron famosos (luego de su captura) al grupo de adolescentes que robaba su ropa y joyas para luego usarlas e imitar por unos minutos la vida de estos íconos.
Las geniales actuaciones de Katie Chang, Claire Julien y, por supuesto, Emma Watson son el punto fuerte del film dado a que componen muy bien a las descerebradas fashonistas. Lo mismo ocurre con el joven Israel Broussard, y mención aparte merece Leslie Mann en su estereotipado papel de madre new age.
Bellos planos y genial música terminan de componer otra genial obra de Sofía Coppola y, como sucedió con sus films anteriores, a la mayoría no les gustará. Sólo disfrutarán quienes hablen su idioma y encuentren respuestas en sus secuencias silenciosas. Pero aún así, los puristas le exigirán un poco más porque este estreno no está a la altura del resto de su filmografía.