Tener y después ser
¿Películas que abordan temas superficiales deben ser superficiales? Adoro la fama, nuevo opus de Sofía Coppola parece caer en esta trampa desde su especulativa mirada sobre lo fútil; el mundo de las celebridades, es decir, gente sin talento que es famosa porque todo el mundo quiere ser como ellos, del que son referentes de los nuevos modelos de mayor popularidad en una sociedad como la norteamericana, adscripta al fetichismo y a la celebración absurda de un consumo estéril y de corto plazo, cuya duración se asemeja a los tiempos virtuales en que lo fugaz se emparenta con el click de un mouse y la realidad parece acabarse en el instante en que la moda dicta cómo se debe vivir, sentir o pensar.
El grupo de adolescentes que Coppola acompaña, con una cámara atenta a los tiempos muertos y por momentos testigo de sus andanzas en un círculo vicioso acotado y vacuo como el que implica irrumpir en casas de famosos –con enormes fallas de seguridad cabe aclarar- y robar para luego exhibirse con fotos en facebook, representa perfectamente la galería de personajes huecos y unidimensionales que por circunstancias ajenas al cine para muchos resultan más que atractivos.
Sin embargo, ese derrotero que se vale de la impunidad de no haber sido atrapados por las autoridades o pescados infraganti por sus propias víctimas, léase Paris Hilton o Lindsay Lohan, es de mecha corta, así como la película de la realizadora que no puede despegarse un céntimo de un retrato elemental sobre un fenómeno que no necesita demasiada explicación ni cerebro para ser abordado con algo de rigor en estos tiempos donde internet sacudió a los manuales de sociología aplicada para definir y redefinir los conceptos de individualidad, sociedad, entre otras cuestiones.
Nada se descubre al decir que el film no presenta ninguna falencia en materia de dirección; que pese a lo anecdótico del asunto conserva la suficiente dinámica y ritmo para no resultar aburrido o soporífero; que encuentra sus momentos para la intimidad aunque nunca se contagia de ella, y eso quizás hubiese servido para acercarse más a sus criaturas pero tratándose de Sofía Coppola y sus antecedentes uno siempre anhela más.
No obstante, en el haber hay que destacar las actuaciones de Katie Chang y Emma Watson como las líderes indiscutidas que entendieron a la perfección su papel, en un segundo término Israel Broussard como ese infaltable amigo gay, para terminar con una estereotipada Leslie Mann en el rol de madre ausente que no hace otra cosa que competir con la hija por la mirada de los hombres.