Un bodrio que espanta hasta los más fanáticos
Si hay películas que son innecesarias sin dudas “After. Almas perdidas” (After We Fell , 2021), y toda la saga en sí, lo es. La tercera parte de la historia almibarada creada por Anna Todd es tan vacía e inconsistente como melodramática.
After. Almas perdidas retoma las vidas de la pareja conformada por Tessa (Josephine Langford) y Hardin (Hero Fiennes Tiffin) que, a pesar de todo el amor que sienten y la pasión sexual desbordada que viven, deben enfrentar nuevas dificultades en su inestable relación para demostrarse que están hechos el uno para el otro. Una continuación donde, salvo el dúo protagonista y la madre de Hardin, fue sustituido todo el elenco por otro que, sin ningún tipo de prurito, en nada se le parece al anterior. Una señal de que nada importa y todo es lo mismo.
En esta tercera entrega, Tessa se gradúa y se prepara para mudarse a Seattle tras un ascenso en la editorial Vance Publishing. Hardin, con sus tatuajes y adicciones, se resiste a trasladarse con ella y le ofrece vivir juntos en Londres. Mientras tanto, reaparece el padre de ella tras diez años sin recibir noticias. Aunque intenta reconectar, finalmente hace buenas migas con Hardin, con quien no solo comparte el amor por Tessa, sino también por el alcohol.
Vacía en contenido, mal actuada, y filmada como una película televisiva de los años 90, con mucho lujo y sin conflicto, la realizadora Castille Landon recurre a una serie clisés y estereotipos que vuelven todo aún mar burdo y obvio que lo ya visto en las anteriores versiones. La historia, destinada a un público adolescente, subestima al espectador de una manera más que elocuente y le ofrece un melodrama insostenible desde lo narrativo y carente de cine en lo formal. Ni siquiera el componente sexual está explotado en toda su dimensión y aparece forzado dentro de una historia que lo necesita como protagonista.
Decir que a After. Almas perdidas le faltan ambiciones sería faltar a la verdad. Pues si que las tiene: una ambición desmedida por recaudar en base a un producto tan mediocre como irreverente.