Demonios internos grabados en cámara digital
El televisor muestra la entrevista que la pequeña Sophie (Frankie Corio) le hace a su padre Calum (Paul Mescal) sobre sus deseos a los once años, edad de ese momento de la joven protagonista. Sin embargo, la grabación se corta y el reflejo de una adulta Soph (Celia Rowlson-Hall) nos demuestra que estamos ante los recuerdos –registrados digitalmente y esparcidos en la memoria de la protagonista- de un viaje vacacional que esconde más que eso. La ópera prima de Charlotte Wells, Aftersun (2022), fue una de las producciones más disruptivas y destacadas del 2022 con reconocimientos a la propia directora –también guionista- y al film en diversos festivales y premios.
Hace menos de un año tuvimos otro estreno en la silla de dirección como fue La hija oscura (The Lost Daughter, 2021) donde Maggie Gyllenhaal retrataba, a través de pequeños gestos o flashbacks, el rol como madre de Leda (Olivia Colman). Para este caso tenemos una postura invertida, pero que se posiciona en el mismo terreno: las intrincadas relaciones entre padres/madres e hijos, el crecimiento y cambios de etapas en la vida, y la problematización respecto a figuras que inocentemente se las ve como heroicas o en un pedestal, pero que se terminan humanizando.
En la producción de Adela Romanski, Amy Jackson, Barry Jenkins y Marca Ceryak –con la impronta de A24– la mirada está puesta desde la joven, que además de abordar la relación con el personaje de Mescal, también plantea una especie de age of coming de la propia protagonista –el ingreso a la preadolescencia no es ninguna casualidad y le da mayor riqueza a la trama- y la depresión representada en su padre, con un tratamiento muy cuidado y con altura.
A través de cuentagotas –y de manera abstracta- sabemos el contexto en el que se mueven ambos personajes, ya que el foco está puesto principalmente en la interacción entre ambos durante dicho receso y desde allí se nos permite observar las inquietudes y sensaciones de los protagonistas, no recurriendo necesariamente a flashbacks y el encuadre solamente está puesto previo a la vuelta a las actividades. Solamente el reflejo en la etapa de adultez a través de la interpretación de Rowlson-Hall es otro escenario, aunque de modo simbólico y relacionado indirectamente.
La directora escocesa también sabe crear climas que pueden disparar para diferentes espacios sin la necesidad de concretar, en el buen sentido. El drama nos crea situaciones de suspenso –a través de la musicalización de Oliver Coates– creado por la psiquis de sus propios personajes donde podemos intuir aspectos más turbulentos, pero que no se materializan necesariamente.
Aftersun, una de las sorpresas del año ya está en cartelera –próximamente en Mubi– y es una interpelación concreta a la relación padre-hijo, los miedos y deseos frustrados.
*Review de Ignacio Pedraza