Un tiempo después de su precuela, Jake Sully (Sam Worthington) está establecido en el planeta de Pandora liderando tanto a los Na´vi como a su familia junto a Neytiri (Zoe Saldaña). Sin embargo, la lucha de los hombres del cielo no cesa y vuelve tanto en explotación de las riquezas naturales como venganzas personales. Si bien ha estado metido en algún que otro proyecto más por el lado de la producción, la verdadera labor de James Cameron en esta última década fue la creación de Avatar: El camino del agua (Avatar: The Way of Water, 2022), secuela que se hizo esperar doce años luego de la película original Avatar (2009). El trabajo minucioso del realizador ya se había notado en su predecesora, en la creación de la idiosincrasia propia del planeta como en los aspectos técnicos, que refería a nuevas capturas de movimientos y tipos de cámaras para el rodaje. Con el avance tecnológico, Cameron se tomó su tiempo para seguir desarrollando las mejores cuestiones técnicas posibles, y en un momento donde los efectos especiales están en discusión, esto no es poca cosa. En esta nueva ocasión ya conocemos las lógicas que nos presentaron en el 2009, por lo que la interacción entre algunos humanos y los Na´Vi ya es moneda corriente, como las intenciones conquistadoras y económicas que tienen tantos otros de la primera raza. Tras una dinámica narrativa a través de la voz en off del protagonista (Sam Worthington) evidenciamos cómo fueron los años posteriores donde Jakesully –nombre adoptado entre los muchachos azules- se convirtió en líder y formó una familia junto a Neytiri (Zoe Saldana). Sin embargo, el contexto en el que se narra el primer acto, con la presentación de los cuatro hijos de la pareja protagónica y del simpático Spider (Jack Champion), es irrumpido por la vuelta de los soldados estadounidenses. Hasta la primera mitad el film puede resultar reiterativa por lo visto anteriormente, principalmente con la vuelta de un personaje; pero haciéndole justicia al título, lo interesante de la nueva producción pasa por cómo el guionista –junto a Josh Friedman-, director y productor –con Jon Landau– decide expandir aún más Pandora, para puntualizar en esta segunda parte en el ecosistema marino. Cuando se introducen los Metkayina y su interrelación con las “criaturas del bosque” es de los aspectos más interesantes –aunque algunos sucesos pueden resultar predecibles-, que evidencian el amplio abanico que puede ofrecer el universo de la saga. Todas las prácticas, enseñanzas y situaciones que se viven en los arrecifes, donde también coherentemente se enriquece con las diferentes especies autóctonas, gozan de su propia identidad junto a una destacadísima imagen de las zonas costeras con una nítida imagen bajo agua y todos los detalles técnicos –sumado al 3D- que no llaman la atención en la marca Cameron. No solo el encuentro es destacable, sino que es el terreno propicio para el desarrollo tanto de los hijos de la pareja como –asimétricamente- del nuevo clan, para conocer más respecto a la acelerada introducción. Cada uno de ellos cuenta con características propias y arcos argumentativos plurales que permiten diferentes vertientes. Sobre este último punto, y teniendo en cuenta los planes del director de Titanic (1997), algunas cuestiones que se mencionan o comienzan a problematizarse no están explotados o se quedan a mitad de camino, y parece ser por cuestión de seguir profundizando en próximas secuelas. Lo mismo sucede con personajes que desaparecen en el medio de la trama y se espera que vuelvan en el futuro. El prolongado tiempo en el que se llevó a cabo la producción parece probarse en la sintonía del largometraje. Tanto el reparto –con nombres destacados que se suman como Kate Winslet o Edie Falco– como la musicalización –a cargo de Simon Franglen– están en perfecta afinidad con lo que se ofrece de dicha historia de ciencia ficción, junto a una fotografía –Russell Carpenter-del que sería redundante comentar. El espectáculo visual llegó, y representa –nuevamente- una gran experiencia en la pantalla grande, donde se disfruta superlativamente. Es solo un capítulo más de la saga que tan meticulosamente ideó su director, que mejora y eleva la vara –principalmente respecto a la trama- a lo visto anteriormente. *Review de Ignacio Pedraza
Sobre personajes perdidos que no encuentran su lugar Como The Walking Dead utiliza a los zombies para contar una historias (o varias) sobre humanidad, superación y sobrevivencia en comunidad, Hasta los huesos hace uso del romance caníbal para hacer una exploración más profunda sobre anhelos de pertenencia y aceptación en un mundo salvaje. La nueva película del director Luca Guadagnino (Llámame por tu nombre) es un compendio de géneros y que sabe aprovecharlos para conjurar en un film único. Podemos decir que Maren (Taylor Russell) es la protagonista de la historia, quien se convierte en una joven que no puede reprimir su insaciable deseo por consumir carne humana. Después de un altercado con una de sus compañeras de escuela, debe huir junto a su padre (Andre Holland) para encontrar un nuevo lugar en donde sus vidas no estén en peligro. Al otro día despierta con un sobre lleno de dinero y un cassette donde su padre le confiesa que la abandonó y que ya no puede cuidarla. Con nada, la joven se emprende un viaje para entender mejor su aflicción canibal, hasta que conoce a otro «devorador» llamado Lee (Timothée Chalamet), con el que establece una conexión inmediata. El guion de David Kajganich de convierte en una coming of age sobre entender la juventud, esa ansiedad adolescente y las experiencias que conllevan el mundo adulto, donde hay lugar también para el terror, la sangre, el gore y la violencia gráfica.
¡Mira papá, soy un niño de verdad! Gracias a pequeñas y medianas salas que apuestan a tener en cartelera películas que no están en cadenas comerciales debido a conflictos de meros intereses y poca amabilidad con el cine, es posible gracias a estos héroes sin rostro que tuve la oportunidad de ver en la gran pantalla (días antes del estreno en Netflix) Pinocho, la nueva y genial película realizada en stop-motion del ya galardonado y guía espiritual cineasta, Guillermo del Toro. Como era de esperarse y con la seguidilla de éxitos recientes en su tutela, la película es tan emocionante y fantástica como la fue aquella estrenada en 1940 por Disney y que vimos decenas de veces en televisión de niños. La historia en sí, es cuasi idéntica a la que todos conocemos: Geppetto pierde a su hijo debido a la guerra y el ascenso del fascismo en Italia y como forma de enmendar su dolor, fabrica de la madera de un pino una marioneta a la que es concedida vida y todas las responsabilidades que conlleva para hacer feliz a su padre. Sin perder tiempo, la trama nos inunda con los personajes tan fuertes que influyen en las decisiones y las aventuras que tiene Pinocho y en su afán por descubrir y emocionarse con el mundo que lo rodea, descubre que no todo es tan alegre como cree. Existen las guerras, los conflictos, la avaricia y todo tipo de oscuridades como así también oportunidades para la bondad y la amistad, factor que es determinante para la marioneta con ayuda de Grillo y Candlewick, su conciencia y su amigo del pueblo, respectivamente. Pinocho viaja por Italia como forma de ayudar a su padre en el espectáculo del Conde Volpe y en un suceso complicado con el mismo Mussolini termina reclutado como soldado del ejército donde de nuevo será víctima de las desgracias de la guerra y se enfrentará a un monstruo marino legendario para reunirse con su padre. De nuevo, esto es historia conocida aunque está nueva versión aporta varios giros argumentales muy simpáticos pero a la vez filosóficos como el encuentro con la muerte, el valor del trabajo y las consecuencias de la guerra en la sociedad. La animación por stop-motion aporta el carisma que necesita una historia así, es simpática y es una manera de lograr imágenes mucho más significativas con los personajes que aunque sean pequeños modelos de madera, están llenos de vida, cuadro por cuadro. De igual manera el reparto de voces está muy bien logrado con las actuaciones de Ewan McGregor (Grillo), David Bradley (Geppetto) y Gregory Mann (Pinocho) entre otros, como Cristoph Waltz, Tilda Swinton, Ron Perlman y John Turturro. Pinocho puede que salga de cartelera en estos días y haya pasado muy debajo del radar de las audiencias pero estará disponible desde el 10 de diciembre en Netflix y no es ningún tiempo perdido darle chance a esta historia tan maravillosa y tan lograda por el tremendo equipo que Del Toro armó con cariño. *Review de Agustín Boero
Demonios internos grabados en cámara digital El televisor muestra la entrevista que la pequeña Sophie (Frankie Corio) le hace a su padre Calum (Paul Mescal) sobre sus deseos a los once años, edad de ese momento de la joven protagonista. Sin embargo, la grabación se corta y el reflejo de una adulta Soph (Celia Rowlson-Hall) nos demuestra que estamos ante los recuerdos –registrados digitalmente y esparcidos en la memoria de la protagonista- de un viaje vacacional que esconde más que eso. La ópera prima de Charlotte Wells, Aftersun (2022), fue una de las producciones más disruptivas y destacadas del 2022 con reconocimientos a la propia directora –también guionista- y al film en diversos festivales y premios. Hace menos de un año tuvimos otro estreno en la silla de dirección como fue La hija oscura (The Lost Daughter, 2021) donde Maggie Gyllenhaal retrataba, a través de pequeños gestos o flashbacks, el rol como madre de Leda (Olivia Colman). Para este caso tenemos una postura invertida, pero que se posiciona en el mismo terreno: las intrincadas relaciones entre padres/madres e hijos, el crecimiento y cambios de etapas en la vida, y la problematización respecto a figuras que inocentemente se las ve como heroicas o en un pedestal, pero que se terminan humanizando. En la producción de Adela Romanski, Amy Jackson, Barry Jenkins y Marca Ceryak –con la impronta de A24– la mirada está puesta desde la joven, que además de abordar la relación con el personaje de Mescal, también plantea una especie de age of coming de la propia protagonista –el ingreso a la preadolescencia no es ninguna casualidad y le da mayor riqueza a la trama- y la depresión representada en su padre, con un tratamiento muy cuidado y con altura. A través de cuentagotas –y de manera abstracta- sabemos el contexto en el que se mueven ambos personajes, ya que el foco está puesto principalmente en la interacción entre ambos durante dicho receso y desde allí se nos permite observar las inquietudes y sensaciones de los protagonistas, no recurriendo necesariamente a flashbacks y el encuadre solamente está puesto previo a la vuelta a las actividades. Solamente el reflejo en la etapa de adultez a través de la interpretación de Rowlson-Hall es otro escenario, aunque de modo simbólico y relacionado indirectamente. La directora escocesa también sabe crear climas que pueden disparar para diferentes espacios sin la necesidad de concretar, en el buen sentido. El drama nos crea situaciones de suspenso –a través de la musicalización de Oliver Coates– creado por la psiquis de sus propios personajes donde podemos intuir aspectos más turbulentos, pero que no se materializan necesariamente. Aftersun, una de las sorpresas del año ya está en cartelera –próximamente en Mubi– y es una interpelación concreta a la relación padre-hijo, los miedos y deseos frustrados. *Review de Ignacio Pedraza
Un cuento de hadas para adultos Londres, 1957. Mientras sus días pasan entre la limpieza de casas a un abanico amplio de clientes, la señora Harris (Lesley Manville) se entera que su esposo es declarado fallecido durante la Segunda Guerra Mundial. Lejos de cambiar su optimista personalidad, los sueños de la protagonista de La señora Harris va a París (Mrs. Harris Goes to Paris, 2022) se enmarcan en uno: comprar un vestido de Christian Dior. Por ello, y debido a la exclusiva política de la empresa, la ama de casa deberá ahorrar tanto por el costoso traje como para el viaje a París. La película dirigida por Anthony Fabian adapta la clásica novela de Paul Gallico Flores para la señora Harris, para llevar adelante lo que es una comedia romántica que podría responder en aspectos argumentales a otra época, apoyándose directamente en el comfort movie pero no por ello menos valorable. Los puntos meritorios se basan en las sólidas actuaciones de sus intérpretes y, principalmente, en que no aspira a ser más de lo que es. Con un relato dinámico durante su primer acto conocemos el ambiente al que se maneja Harris, acompañada por simpáticos clientes bien marcados en su personalidad y gestualidad al igual que la dupla fraternal de la protagonista, compuesta por Vi (Ellen Thomas) y Archie (Jason Isaacs). Ya para el viaje a tierras francesas, la trama –sin complejizarse- se vuelve aún más amplia con la irrupción de personajes que en un primer momento son más acartonados de lo que posteriormente sucede, más allá de lo que uno puede ir intuyendo. En territorio galo tenemos a la incógnita Natasha (Alba Bautista), el menospreciado André (Lucas Bravo), al Marquis de Chassagne (Lambert Wilson) y a la dura Claudine (siempre sólida Isabelle Huppert) que interactúan con la inglesa y logra entrometerse en su día a día a pesar de la acelerada estadía semanal en Francia y en la empresa de alta costura. Varias vertientes parecen insinuarse en la trama, algunas con más fuerzas que otras, incluidos alguno aspectos a la dualidad imaginación/realidad a la historia de hadas que pueden llamar la atención, representado en una París cubierta de suciedad hasta cuestiones de derechos laborales ligadas a las fuerzas de producción que parecen salidas de la galera que uno –quien no leyó la novela- puede llamar la atención, pasando por un Jean-Paul Sartre presente dialécticamente y la visión al empleo doméstico. Alternando entre la ciudad de las luces y suelo inglés, el guion del propio realizador junto a Olivia Hetreed parece ser redundante sobre el clímax, donde la historia no quiere llegar a su fin y encuentra siempre un escollo más. Por su parte, la musicalización de Rael Jones va de la mano con esa historia positivamente pura, con ese tema en el piano que parece sonar a lo largo de las casi dos horas de duración. Más allá de tener ante nosotros una historia lineal o previsible –en el buen sentido de la palabra-, La señora Harris va a París también logra preguntarse por el status quo y los estereotipos del otro hacia ella. Esto sumado a un aire fuertemente arrojado de la idiosincrasia europea de la época, nos deja una de las propuestas en la pantalla grande para el cierre del año. *Review de Ignacio Pedraza
Volvió en forma de fichas En este época, para bien o mal, desde hace varios años vienen trayendo historias y remakes de películas que tuvieron su éxito moderado en el pasado. Ya lo vimos con sagas de Chucky, Predator, La Familia Addams, IT, entre otras más. Sin ser menos, la nueva película de William Brent (The Boy, Stay Alive) trae y revive la historia de Esther, la extraña mujer que padece de una enfermedad y condición física que le hace parecer una niña de trece años por toda la vida. Es una precuela de la película del 2009 donde aparecían Vera Farmiga y Peter Sarsgaard como los padres adoptivos de esta presunta niña que resulta ser una psicópata que busca robar las casas de sus víctimas y generar muchas tensiones con los padres, debido a su deseo sexual no resuelto por su condición fisica, hechos que desencadenan en asesinatos y escapes improvisados. Esta nueva entrega nos devela el pasado de Esther en un hospital psiquiátrico de Europa del este donde logra escapar y muestra rasgos artísticos, desde la pintura hasta el engaño. Abriendo su paso mediante elipsis que dejan mucha información al azar, una familia cuya hija fue secuestrada años atrás, ahora resulta que dan con ella y su parecido con Esther es muy conveniente para la trama. La niña-mujer psicópata aprovecha esta situación y la madre de la familia viaja a buscarla. Hasta este punto, Esther ya mató a un hospital entero y la policía no da con su paradero, siendo que personas como ella hay una sola. Sí, raro. Ya en Estados Unidos se reencuentra toda la familia y el más feliz es el padre; la madre y el hijo mayor también muestran contento, pero donde abundan sonrisas también esconden muchos secretos. En conversaciones y situaciones muy poco familiares, culpa de un guion muy poco orgánico (como si los escritores no hubiesen tenido infancia), la historia continúa y Esther aprende cómo ser y actuar esa hija perdida que fue secuestrada hace años. Mientras, revisa la casa en busca de objetos de valor, se revelan sentimientos por quien dice ser su padre. Recordemos que Esther no es una niña sino una mujer de 30 años por lo que su atracción estaría justificada. Cuando la película toma mayor suspenso es porque la madre «descubre» que es una mujer y no su hija, dato que cambiará el contexto de la relación con todos y donde el eje de suspenso se mantendrá. Ahora bien, este punto es favorable dado que como espectadores ya tenemos esa data y se juega con el suspenso todo el tiempo, pero los agujeros en la trama hacen que uno repiense y no entienda por qué pasan las cosas que pasan. A la historia, además de ser muy predecible, le falta un pulida de guion importante pero compensa, por decirlo de alguna manera, en el juego de cámaras y puesta en escena que se utiliza. Las pinturas que muestran otra cosa usando luz ultravioleta es muy bueno. Culminadno, la película tiene fallas y no es un punto de vista subjetivo; sí revive una trama que funcionó en 2009 y puede que haya más de esta entrega con el tiempo debido a cómo funciona la industria al día de hoy. ¿Es recomendable? Si la vez entre amigos para pasar el rato, indudablemente, las risas no van a faltar. *Crítica de Agustín Boero
Una sátira mordaz al incontrolable ego Un empresario farmacéutico acaba de cumplir 80 años, pero se pregunta qué legado puede dejar una vez que abandone el mundo. Con la conciencia clara de que la gente lo ve como un millonario sin corazón, decide apostar a cambiar la cara. ¿Cómo? Financiando una película que tenga a los mejores en el proyecto, sean directores o actores. Así nace Competencia oficial, el nuevo film de la aceitada dupla Mariano Cohn–Gastón Duprat. Los mejores en cuestión son la directora Lola Cuevas (Penélope Cruz), consagrada directora con pocas películas pero varios premios, quien le sugiere al principal benefactor económico, el cual compró los derechos de un libro que nunca leerá, que contrate a Felix Rivero (Antonio Banderas) e Iván Torres (Oscar Martínez). El tema es que estos dos nunca han actuado juntos y son completamente diferentes. Rivero es popular y pura pomposidad, el ejemplo claro del artista español que la rompe en Hollywood, mientras que Torres es un actor de método, detallista, y que prefiere considerarse “prestigioso”. En un ambiente minimalista (el 80% de la película transcurre en una gigantesca sala de ensayo, seguramente porque fue filmada en medio de la pandemia), el desafío de Lola será lidiar con los gigantescos egos de ambos y con el suyo propiamente dicho. Hay una batalla actoral, claro, pero hay también varios resquemores, lo que da a momentos hilarantes (hay una escena donde Lola les pide que lleven algunos de los premios que han ganado en su carrera, con consecuencias inesperadas). El tema de la soberbia y el ego están ahí presentes en cada diálogo, en cada crítica despiadada que se disparan Rivero y Torres, también cansados del estilo extravagante por demás que tiene la directora. Hacia el tercer acto sucederá algo que cambiará la película, pero esta nunca perderá la tonalidad ni el humor ácido y mordaz. Competencia oficial no es claramente para todos los públicos, no todos los chistes o gags podrán ser entendidos por igual. Hasta incluso se la podría catalogar de pretenciosa en algunas escenas, pero lo cierto es que gracias a un virtuoso guion y a las tres actuaciones principales, vale la pena sumergirse en ese mundo para que luego cada uno saque sus propias conclusiones. *Review de Leandro Sia.
Una pequeña joya del realizador Frente a su terapeuta, Mort (Wallace Shawn) relata sus vivencias en España, más particularmente en el Festival de San Sebastián, para acompañar en el trabajo a su esposa Sue (Gina Gershon) en un matrimonio que viene de capa caída y con sospechas de infidelidades. Desde allí nos sumergimos en la nueva historia presentada por Woody Allen, que llega a las salas con Rifkin´’s Festival: Un romance equivocado, en el lugar adecuado (Rifkin´´´’s Festival, 2021). Con una estructura característica propia del director –hoy en el ojo de la tormenta y con el público dividido producto de las diversas denuncias de abuso- a la hora de los títulos y con una buena fotografía sobre la ciudad española pero que no logra conmover –al igual que la musicalización-, Allen nos ambienta en esta ocasión en el universo del cine pero con una doble vertiente: tanto desde la crítica y su visión a la industria como desde una mera contextualización para presentar una historia de amor y de crisis existencial, que viene sufriendo el protagonista. En materia narrativa, el punto más novedoso en este nuevo proyecto pasa por las referencias a diferentes películas clásicas –desde Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) hasta Jules y Jim (Jules and Jim, 1961) pasando por el cariño a directores como Ingmar Bergman o Federico Fellini– en las que sueña el propio Mort y que sirven como problematización a la trama, y que es el recurso donde mejor se refleja la importancia y el espacio que hay para dichos artistas. Sin embargo, ese espacio de influencia se va quedando a mitad de camino, con una crítica poderosa desde el inicio pero que se va desinflando, personificado ese pesimismo sobre el cine moderno y la dualidad de arte/comercialización en el personaje del director francés Philippe (Louis Garrel), con un mensaje sobre la importancia del cine en la vida social que aparece borrosamente. En sentido contrario, la historia le da mayor espacio a la relación de Mort con la doctora Rojas (Elena Anaya), que roza entre lo romántico y el encuentro de dos personas solitarias en el mundo. Pensando en el protagonista, y con cincuenta películas en su haber por parte del director, encontramos algunas características similares a situaciones de otros personajes, si bien tienen sus propias particularidades, creados por el propio Allen como el de Owen Wilson en Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011) como puede ser la falta de inspiración artística, aunque en este caso entramos a un terreno más existencialista. Lo más notorio en cada uno de estos trabajos son las interpretaciones de un casting que cambia en cada ocasión, esta vez presentando un reparto con nombres no tan rutilantes. Sin embargo, lo realizado por Shawn logra que empaticemos con su personaje y está acompañado por buenos trabajos de Gershon y Anaya principalmente. Sobre el final podemos disfrutar de la grata pero mínima presencia de Christoph Waltz, con un personaje clave para el climax que le permite mostrarse desde el costado más humorístico del actor. Con tantas películas en su currículum –y más precisamente en los últimos años-, podríamos dividir sus proyectos en diferentes listas; desde destacadas como Match Point (2006), Blue Jasmine (2013) o Café Society (2016) a olvidables como Magia a la luz de la luna (Magic in the Moonlight, 2014) o Día de lluvia en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019), en este nuevo trabajo si bien brinda un buen entretenimiento y aspectos interesantes, no logra posicionarse entre los trabajos más relevantes de Woody Allen, aunque logra estar en un escalón más arriba de las nombradas anteriormente. *Review de Ignacio Pedraza
Un nuevo comienzo Llegó a los cines Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City, una nueva película de la clásica saga de zombies, con nueva historia y nuevos personajes que siguen la misma línea de sus antecesoras. A lo largo de los años, tuvimos varias películas del mundo de Resident Evil, todas protagonizadas por Milla Jovovich. 6 largometrajes en donde Alice combatía zombies junto a sus compañeros pero que, en 2016, pudimos despedirnos de ella y su historia. Pero siempre estuvo el rumor de que ese mundo se expanda y no dependa 100% de la historia de Alice y es así que nace este reboot. Situada en 1998, Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City se nos presenta el lugar en donde va a suceder todo: Raccoon City, la ciudad sede de Umbrella, una corporación oscura que desparramó un virus letal en ese lugar. Allí está la clave de la película: debido que no pueden parar el avance de ese virus, se decide evacuar Raccoon City y exterminar la ciudad, sin importar la presencia de personas viviendo allí. Entre esas personas, hay gente de bajos recursos que no pudieron huir de la ciudad; y policías, que tienen que mantener el orden. Ese grupo de policías van a ser nuestros protagonistas: los más importantes van a ser Chris, Jill, Albert y Leon; pero la verdadera protagonista de la película (y la que toma el guante que Milla Jovovich dejó) es Claire, quien es hermana del policía Chris. A través de ellos cinco iremos viendo cómo va creciendo esa desesperación de poder salir de la ciudad e impedir que ese virus zombie los contagie a ellos, y también conocemos cómo la corporación Umbrella influyó en ese Apocalipsis, sin importarles las consecuencias. Quizás la película sea mucho más disfrutable si estás dentro del mundo de los videojuegos, porque está muy conectada con eso y las sorpresas planteadas logran sorprender mucho más a los que lo jugaron que a las personas que no tuvimos esa oportunidad. Hay algunos personajes que están desaprovechados o que no se termina de entender muy bien por que son protagonistas y que, en los juegos, tienen un papel mucho más importante que no se logra adaptar a la perfección. En cuanto a los momentos de tensión, están bien logrados y logra causar varios sustos, pero que se vuelven predecibles y que, si lees medio entre líneas, ya sabes que se vienen algunos ataques pero, en simples palabras, está bien. El concepto de tener que huir de Raccoon City a un horario determinado porque se viene el exterminio está bien: es como una especie de olla a presión de nervios en donde vemos los minutos pasar y que no están llegando a su objetivo. Debido a que está basada en los videojuegos, hay varias cosas que parecen mucha información: presentación de personajes y villanos que no terminan de cerrar del todo porque no nos dejan respirar un segundo, y se siente como demasiado irreal, pero es que fue mucho para adaptar todo el juego en una sola película. Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City es una película para mirarla y pasarla bien, si es el estilo que te gusta: acción, tiros, muertes de zombies y un grupo de personas comunes tratando de defenderse. La protagonizan Kaya Scodelario, Robbie Amell, Hannah John-Kamen, Tom Hooper y Avan Jogia y la encuentran en todos los cines de Argentina. *Review de Cecilia González
El simbionte alienígena se enfrenta a un nuevo enemigo Toda energía existente en el universo tiene dentro de sí una dualidad que otorga dos fuerzas fundamentales que son opuestas y complementarias a la vez. En los seres humanos, podemos identificar a una de ellas como la “voz de la conciencia”, que nos da otro punto de vista completamente distinto a lo que tenemos en mente, demostrando que cada pensamiento posee un complemento contrario para que así veamos las dos caras de la misma moneda antes de avanzar en nuestras decisiones. Sin embargo, en Venom: Carnage liberado (Venom: Let there be Carnage), esta dualidad no se encuentra solo dentro de la mente del protagonista, sino que se muestra directamente en el plano físico gracias a la interacción de Eddie Brock (Tom Hardy) y su simbionte alien Venom. Siguiendo esta línea, los espectadores podemos ver en gran parte de la película las idas y vueltas entre ambos, problema que parecía haber quedado atrás en Venom (2018), la primera entrega de la saga. Como el simbionte tiene su identidad propia, los choques entre él y Eddie hacen que al principio de la película el personaje interpretado por Hardy comience a sentirse agobiado de todos los pedidos y sugerencias de Venom, haciendo que la relación entre ambos comience a tensarse. A diferencia de cómo nos mostraría esta situación una película de genero dramático, en esta entrega del antihéroe de Marvel vemos estos conflictos desde un punto de vista cómico, haciendo que esto sea la mejor parte de la película al mantenernos entretenidos a medida que avanza la trama. No obstante, para terminar de afianzar la identidad de Venom como el protector letal al que estamos acostumbrados en los comics, es necesario afrontarlo con un villano “de su tamaño” como lo es Carnage, que es mucho más violento y desastroso que él. Esto ocurre, sin querer, cuando en sus intentos de hacer un bien a la sociedad Eddie vuelve a encontrarse con Cletus Kassidy (Woody Harrelson), a quien ya habíamos visto en la escena post créditos de la primera película. Lo único que Kassidy quiere es volver a ver a Frances Barrison (Naomie Harris), su amor de la infancia a quien en los cómics conocemos como Shriek. Sin embargo, al aliarse con Carnage toda esta situación se lleva a cabo de la manera mas violenta que se podría imaginar, dejando destrucción y matanza en todo su camino hasta llegar a su objetivo. Como todo (anti) superhéroe, Eddie y Venom no pueden enfrentarse a Carnage solos, por eso en esta segunda entrega cuentan con la pequeña pero necesaria ayuda de Anne (Michelle Williams) y Dan (Reid Scott), que, si bien no aportan mucho, están en el momento y lugar correctos para darle una mano a Eddie, tal como sucedió en la primera entrega de Venom. Si comparamos ambas películas, Venom: Carnage liberado es mucho más graciosa que la anterior, cuenta con excelentes escenas de acción y un CGI avanzado y la historia es mucho más afianzada, ya que le determina a Venom (y a Eddie) los “villanos” a los que se quieren enfrentar. Así, Venom termina por decidirse a ser el antihéroe y protector letal para así afirmar su identidad como defensor de la ciudad. Como todo fan de Marvel sabe a estas alturas, la película no termina cuando rueda la primera ronda de créditos, sino que hay una última escena que llevará a los espectadores a la emoción (y a la preocupación) y nos dará una idea de cómo seguirá la historia de Venom y Eddie en un futuro próximo. El problema es que para eso hay una gran espera totalmente indefinida, porque, como ya sabemos, en las entregas de Marvel hay un universo de posibilidades. *Review de Agustina Colobraro*