EL NOBLE ARTE DE AGARRARSE A LAS PIÑAS
Quienes fuimos niños en los 80’s protagonizamos de alguna manera el final de una era, ya que por entonces se dio el ocaso de aquellos Titanes en el ring que brillaron en su última etapa por la televisión. Luego vendrían otros fenómenos de catch televisado, como Lucha libre o 100% lucha, que tuvieron su éxito, pero nada se compara con esa mitología creada en buena medida por Martín Karadagian: los personajes representaban estereotipos kitsch y la apuesta física tenía más que ver con el clown que con los luchadores originarios. El documental Agárrese como pueda. Qué dicen los cuerpos al volar, dirigido a seis manos por Javier Romero, Nicolás Bratosevich y Claudio Celada, busca ser tanto un resumen como un homenaje al catch argentino, en sus diversas variantes y etapas, recorriendo información de manera minuciosa y contando con el testimonio de viejas y nuevas glorias, pero fundamentalmente acercando un punto de vista que resulta indispensable: ese que mira al catch como el cruce definitivo entre el deporte y el arte, y que se acepta como una mentira placentera de creer.
Hace algunos años, otro documental como Cracks de nácar, trabajaba una veta similar y exponía a partir de sus dos protagonistas, Rómulo Berruti y Alfredo Serra, cómo la práctica del fútbol con botones era una simulación feliz del mundo real. Las anécdotas de Berruti y Serra iban en ese sentido, sobre la fascinación de la mentira, pero especialmente sobre la creación que esa mentira requería. Lo que importaba, en todo caso, era el arte de recrear, lo que en múltiples niveles se bifurca con la ficción. Precisamente, Agárrese como pueda… mira a sus protagonistas como artistas, pero a la vez como profesionales en un arte que requiere preparación y seriedad: es un film sobre profesionales. Sin alardes técnicos ni piruetas formales sofisticadas, los directores crean un documental que cumple por un lado con la acumulación de información, por el otro con el acopio de datos históricos y testimonios de primera mano, y finalmente con una lectura acertada de por qué es importante que esos personajes aparezcan en cámara.
Romero, Bratosevich y Celada tienen otro gran acierto. Vinculan el arte del catch con la alta cultura, a partir de textos de Roland Barthes y testimonios del actor y director teatral Pompeyo Audivert, pero esa mirada intelectual sirve de contexto, acompaña, profundiza la reflexión, pero nunca es el fondo del asunto. El primer plano le pertenece a los luchadores, de Peucelle a Viloni, y ese respeto tiene que ver con que, primordialmente, el arte del catch es un arte popular, viene de los entretenimientos de ferias y se sofisticó con el uso de nuevos medios de comunicación, pero nunca perdió su centro. Sin embargo, la esencia trabajadora de sus estrellas (es interesante cómo todos pertenecieron a los sectores humildes) confirma ese rol sacrificial del luchador y aleja de imposturas que sólo buscan justificar una disciplina por medio de la intelectualización de sus formas.
A pesar de sus 120 minutos, que parecerían demasiados, Agárrese como pueda…es un documental con un montaje de notable precisión. Aborda diversas etapas en una disciplina cuya historia tiene casi cien años (desde los orígenes en la Misión Inglesa al Luna Park, pasando por el brillo de la tele a este presente de giras por clubes de barrio), y la información luce clara y contundente. Incluso, nunca apela a la nostalgia como método de fácil vinculación con el espectador: porque es interesante también como fenómeno antropológico descubrir cómo en el pasado esa mentira podía ser más asimilada como verdad por un público no tan cínico y mucho más naif. Y si bien el presente no luce tan brillante como ese pasado mítico de Karadagian llenando el Luna Park, el documental evita caer en la lástima. A los directores les preocupa el homenaje a una forma de arte y entretenimiento no del todo reconocida, no se quedan en el pasado y aceptan la continuidad (no hay distingos entre Karadagian o Viloni), y lo hacen con una honestidad y simpleza que es el más justo reconocimiento a estos luchadores mitológicos con pinta de pibes de barrio.