El director de El coleccionista de huesos, nos trae una película de acción con algo de suspenso, también protagonizada por Angelina Jolie pero sin una historia atrapante y por sobre todo sustentable.
El film comienza haciendo un breve recuento de los últimos dos años en la vida de una agente encubierta de la CIA, luego de eso nos ubica en la actualidad, donde conocemos a Evelyn Salt (Angelina Jolie), una rubia voluptuosa que se desarrolla profesionalmente en una petrolera, o al menos eso creemos. Un día como cualquier otro la Sra. Salt interroga a un desertor ruso, que después de varias idas y vueltas, la acusa a ella de ser una agente rusa encubierta con una misión muy particular: asesinar al presidente de Rusia.
De ahí en adelante la película es una cadena confusa de escapatorias irreales, diálogos escasos y movimientos tan veloces que uno en más de una oportunidad no sabe que es lo que está mirando. Vemos a Jolie hacer todo lo posible para que la acción no termine, saltar autos desde autopistas, elaborar armas con una mesa y productos de limpieza y demás ocurrencias que el escritor pudo tener.
La película fue demasiado comparada con la saga de Bourne (Identidad desconocida, La supremacía de Bourne y Bourne: el ultimátum) desde antes de su estreno, si bien tanto Salt como Bourne son dos agentes de distintas centrales de inteligencia que buscan venganza, los films no tienen nada más en común. Cuando vemos a Jason Bourne desde un principio entendemos su ira, sus enojos, nos identificamos con él, es un personaje mucho más elaborado y complejo y, quizás por ser hombre, es más creíble su papel de asesino letal. Pero ver a Evelyn Salt evadir con total impunidad a más de cientos de agentes de la CIA, el FBI y demás fuerzas estatales es irreal.
El film es entretenido en ciertos momentos y el espectador constantemente se siente intrigado por las acciones de Salt, por descubrir su verdadera identidad. Al finalizar la película uno tiene más dudas que certezas, lo que de pie seguramente a una segunda parte.