Agente 355 o la guerra de géneros al fin se ha desatado
Una vez, hace tiempo, en un taller de literatura, para acompañar la lectura de “Mi amigo alemán” de Camus, la profesora nos mostró escenas de Olimpia, en el momento que los grupos olímpicos se presentan ante el Führer, la profesora comenta ¡que ganas de entrar en guerra que tenía el mundo!
Quizás en esos momentos, como dice Camus, la esperanza de ganar o perder, ni siquiera llega a las capas superficiales de la razón y mucho menos los verdaderos motivos por lo que se va ir a morir.
Palabras como paz, gloria, los hijos; el futuro justifica los actos más viles y deshumanizantes.
Parece que de la pandemia permitió gestar un “nuevo” monstruo; Inglaterra tiene mucho que ver con esto, país empeñado hace un tiempo en recuperar el espacio que empieza a dejar vacante EEUU en términos de cine. Las producciones se desparraman por el mundo, receptivo a esta violencia bajo la forma de guerra de géneros. Porque sí, porque está claro que lo que hace Simon Kinberg, productor y escritor también, de otras “pegadas” como DeadPool o la supuestamente postmoderna: Abraham Lincoln: Vampire Hunter.
Suele existir en el universo del habla , un forma particular, que es la siguiente: afirmar algo cuya afirmación en sí mismo es tiempo es su propia negación, en el marco del universo Freudiano ésto se podría aplicar al siguiente chiste:
Analizante al analista: soñe con alguien que me exitó mucho….
Analista: mmmmmaja
Analizante: pero no era mi madre.
En este chiste (si lo fuese) lo que es importante es que la negación (no es mi madre) es en realidad una afirmación pero negada; o sea, lo que se está diciendo es lo contrario a lo que se niega; esto puede funcionar de muchas maneras. Una de estas es el film de Simon Kinberg: Agentes 355.
Claramente Brit. (aunque el autor muestre doble nacionalidad) el ascendente directo es el estilo marca Guy Ritchie: colores saturados, mucha acción, chistes en medio y a través de la propia acción; acá el momento más gracioso (si la violencia puede ser graciosa) es el despropósito de golpes que termina en una brutal paliza que la protagonista Jessica Chastain le da a un gigantesco mafioso, supuestamente ruso, y los mafiosos ahora son rusos en la línea de cliché que niega toda la afirmación, porque si hay uno son todos, toda la película es un gigantesco cliché.
El film tiene la apariencia de estar a la época, los hombres cuidan a los hijos, las mujeres se van a defender la libertad del mundo; Lukács se granjeó la enemistad de la izquierda primero, cuando afirmó que la desestalinización no era más que otro estalinismo, o sea que por cambiar los roles, no se cambia lo que realmente importa, que es lo que produce la propia violencia.
Por otra parte, si uno mira con perspicacia los filmes del Beat Kitano, él hace rato viene haciendo un cine de género, donde deja entrever que los hombres se pelean porque no tienen otra cosa que hacer.
Vayamos a los personajes: Jessica Chastain es la mujer herida, la que reincide en el mal amor, con un mentón que era patrimonio de los hombres o sea masculinizado, a lo Clark Gable o del finado Ricardo Fort; Diane Kruger en un personaje que levanta la figura más repudiable de todas, la de la de haber delatado al padre; figura que Occidente se encarga de repudiar de la revolución cultural de Mao, y típica del tercer reich, pero cuando el fascismo viene de Occidente libre no es fascismo y no es delación, aplausos a esta propuesta de mujer herida. Lupita Nyong’o, que de una tranquila mujer de la informática, frente al asesinato de su pareja se vuelve una ¿black panther?una mau mau, ojo con las mujeres enojadas parece querer alertarnos Kinberg, (seguramente algunos dirán que n me doy cuenta que es una comedia).
Bingbing Fan, un personaje que no termina de delinearse más que por la aparente necesidad de mostrar un gesto de amistad a China, recordar la cínica frase de Mcnamara: “que en el fondo no supimos entender a los vietnamitas”, pero con padre obedece sus órdenes ¿amorosamente? Hasta que lo matan.
Finalmente Penélope cruz, latina, psicoanalista y madre, ¿no resulta por lo menos llamativa esta distribución de conflictos personales, donde hay una catalogación de los conflictos de la mujer, incluso repartidos por nacionalidades? ¿No es esto todo lo contrario de lo que parece decir oculto detrás de una gran lluvia de tiros y golpes? Lo único que falta es que el próximo film se trate de un golpe de estado que es resuelto por estas mujeres.
Otro de los tantos clichés culturales, es el comienzo del film, el origen del conflicto. Acá deberíamos decir que ahí habría que levantarse de la sala e irse, pero bueno, finalmente uno en su curiosidad termina siendo cómplice.
Esto es lo que una y otra vez reincide el cine angloamericano, es sobre la mitomanía de la violencia colombiana, hace parecer que el mismo es de carácter ontológica, por lo menos es lo que subyace al cliché; un villano colombiano en una ambientación realmente burda, le dice al otro villano anglosajón: “antes probábamos la cocaína ¿te acordas?” Ahora te muestro como se derriba un avión. ¿qué quiere decir esto? Es que el mal, para el autor, no tiene final, ahora es tecnológico y la única posibilidad que hay es destruirla, es entendible que Heidegger tenga una nueva resurrección, (es uno de los autores actualmente, inexplicable por su dificultad, más vendidos) otro de los clichés, es que un adolescente, aislado en la selva (¿será su cuarto en el covid? ) se puede hacer una llave para todo sistema, que nos está queriendo decir? Qué mensaje le da a los adolescentes, que pueden ser lo que quieran encerrados en sus cuartos, que opinion emite sobre el mismo?
Por otra parte seguir insistiendo con la cocaína y Colombia oculta un factor que nunca se dice que es el origen de la violencia en Colombia:
“Este artículo ofrece una comparación de los mecanismos que definen la relación de las economías cocalera y esmeraldera con el conflicto interno colombiano. Las dos economías comparten aspectos de central importancia: altos niveles de criminalización, violencia crónica, fuertes nexos con mercados globales, entre otros. No obstante, el desarrollo de cada una ha sido muy distinto. A pesar de que Colombia se convirtió de manera relativamente tardía en un país productor de coca –a principios de la década de 1980, solamente servía de intermediario comercial–, ya en 1978, algunos grupos guerrilleros comenzaban a debatir cómo asumir el nuevo cultivo (Ferro y Uribe 2002). A partir de allí, diversos actores, desde paramilitares hasta funcionarios oficiales, comenzaron a vincular crecientemente sus intereses con los de la industria de la drogas. De esa manera, la coca pasó a ser definida como “el combustible” de la guerra colombiana. Aunque tal definición puede ser una simplificación, es claro que nuestro conflicto no puede ser analizado sin tener en cuenta la existencia de un gigantesco mercado global cuya regulación y tributación están, por definición, más allá de la esfera estatal. Por otro lado, desde las primeras décadas del siglo XX, el país mantiene la condición de ser el mayor productor mundial de esmeraldas del mundo, no sólo gracias al volumen de producción sino también a su calidad”[1],[2]
La esmeralda sigue cartelizada y nadie dice nada, nadie se horroriza y en definitiva, la producción de cocaína compitió con la esmeralda, seguir con ese mito es adjudicar a Latinoamérica una condición violenta ontológica, y no ver las causas de los grandes carteles de explotación minera que en definitiva compran Europa, Canadá y EEUU.
Finalmente el personaje de Penélope Cruz, que siempre sabe compensar belleza y actuación, pero el tema es que una Latinoamericana es psicóloga y madre, o sea la psicología y la maternidad feliz es patrimonio latinoamericano. Por último, algo que el film se dedica a retacear, es todo el universo LGTBIQ+, directamente lo niega, todo sucede entre hombres y mujeres sis, y está mostrado e forma de guerra, el beso final que podría haberle inyectado algo de aire al film está negado.
Si Thelma & Louise (Thelma & Louise, Ridley Scott, EEUU, 1991) era una película tardía cuyo final moralista y explícitamente autocomplaciente, se planteaba una posibilidad que este film, 20 años después no se anima, o quiere corregir. Hay maneras honestas de discutir los planteos o algunos planteos del feminismo, pero travestirse de feminista para decir que pueden hacer lo mismo que los hombres, ya lo habían dicho peliculas mucho mas obvias y menos ampulosas como por ejemplo la también de Ridley Scott. Hasta el limite (G.I. Jane, Ridley Scott, EEUU, 1997)
[1] Lo que hace especiales a las esmeraldas colombianas es que poseen una perfecta proporción de cromo, mientras que esmeraldas como las brasileñas y las africanas tienen exceso de cromo, lo que les resta brillo.
[2] Subsidiary orders, Coca, Emeralds: War and Peace,
Francisco Gutiérrez Sanín, Mauricio Barón;
colombia. int.no.67 Bogotá Jun./June 2008
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-56122008000100006