Una española, una americana, una alemana, una inglesa y una china entran a un bar. No, no entran a un bar: se unen como espías super poderosas que son para derrotar a una organización que prepara un arma mortífera.
Alguien debería decirles a los genios de la producción en busca de material “inclusivo” que desde Vesper Lynd hay espías femeninas.
Pero igual es lo de menos: el problema es que este conjunto de gente talentosa tiene que interpretar clichés que no discriminan: tratan a todo espectador, si distinción de género, como tonto.