Hace apenas unos meses, cuando se discutía la sucesión de Daniel Craig en la piel de James Bond y se especulaba con la elección de una actriz para encarnar al mítico personaje, Phoebe Waller-Bridge -guionista invitada de la despedida en Sin tiempo para morir-, decía que antes de convertir a James Bond en una mujer era mejor crear personajes femeninos interesantes, con identidades propias y con buenas historias para contar. Esa mera alteración de género es la que se consagra en Agentes 355, película que acumula estrellas en una narrativa de espionaje que no logra escapar a los estereotipos que padecieron las actrices cuando eran apenas un adorno de esas historias.
Acá tenemos a una agente de cada servicio secreto: Jessica Chastain es miembro de la CIA, obsesiva y solitaria, que escapa a las historias de amor para mantener el deber como prioridad. Diane Kruger es una oficial rebelde de la inteligencia alemana cuyo único vínculo afectivo es su jefe y mentor en el espionaje. Lupita Nyong’o es del MI6, retirada del servicio activo y dedicada a la investigación y la enseñanza, quien forzosamente debe regresar a la acción no sin pagar un alto precio por ello. Y, por último, el único personaje reacio a las armas es Penélope Cruz, convertida en una psicóloga colombiana para la que la familia es lo primero.
En ese enredo de lugares comunes, discursos feministas y persecuciones vertiginosas, la película no es más que un torpe reflejo de aquello de lo que quiere emanciparse. Las actrices hacen lo que pueden con personajes que están escritos como la contraprueba de toda una tradición: el de Chastain para demostrar que una mujer puede ser tan vengativa como un hombre cuando es engañada; el de Kruger, para asegurar que puede ser tan fría cuando es traicionada; el de Nyong’o, que puede ser tan íntegra cuando debe esconder sus emociones.
El título evoca el código de una célebre espía cuya identidad nunca fue develada y la trama supone un arma superpoderosa que puede destruir al mundo si cae en las manos equivocadas. Un clásico. Sin embargo, la alianza que se forja entre ellas, no exenta de sospechas y algún que otro desencuentro, se sostiene siempre en el mundo extracinematográfico: la explicación redundante de que juntas son más fuertes ante a los hombres que las han sometido. La dirección de Simon Kinberg, responsable de la inexplicable X-Men: Dark Phoenix, se concentra únicamente en el vértigo que quiere imprimirle al relato a cualquier precio. En ese afán todo es fragmentario, el ritmo se confunde con la velocidad, y las secuencias se extinguen una vez que cumplieron el cometido de brindar información.
La que sale mejor parada es Chastain, que ha demostrado en películas notables como La noche más oscura (2011) de Bigelow, o incluso en la efectiva Miss Sloane (2016), que es una actriz que puede cargar sobre sus hombros una heroína compleja, con creíbles contradicciones. En Agente 355 asume el único conflicto verdadero que atraviesa al grupo, juega las mejores escenas de acción y pone el mayor empuje en que la dinámica de conjunto funcione más allá del guion. Quizás a la hora de pensar narrativas propias, lo mejor sería desmarcarse de lo peor de los moldes apropiados.