El drama llega a una casa de familia
Basada en una obra de Tracy Letts –que aquí fue dirigida por Claudio Tolcachir, con Norma Aleandro y Mercedes Morán–, la película es otra muestra cabal de teatro filmado, sin escapar de ciertos convencionalismos. Pero el elenco, notable, se lleva todos los aplausos.
¿En qué consiste el teatro filmado? En una película, basada o no en una obra teatral, que tal como sucede en el teatro convencional (no en el de vanguardia) se construye a sí mismo siguiendo al pie de la letra lo que está escrito, a falta de libreto, en el guión. El guión del teatro filmado transcurre las más de las veces (aunque no sólo) en interiores, y se atiene no sólo a los cuatro actos aristotélicos (introducción, desarrollo, nudo y desenlace), sino que puede incluir alguna vuelta de tuerca “inesperada”. Por supuesto que la puesta en escena prácticamente prescinde de cualquier otro elemento expresivo (encuadres, montaje, sucesión de planos, dramaturgia fotográfica) que no sean los propios del teatro: el trabajo del actor, sobre todo, pero también el valor dramático de los elementos del decorado. El teatro filmado puede considerarse, a esta altura, toda una tradición cinematográfica, aunque muchos discuten, no del todo sin razón, su adscripción al cine. Basada en una obra de Tracy Letts y candidata a dos Oscars, Agosto es una muestra cabal de teatro filmado.
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Alguna vez hace mucho tiempo, el colega Luciano Monteagudo, inusualmente furioso, tronó contra cierta película dirigida por el australiano Bruce Beresford, diciendo que no era teatro filmado, sino “mal teatro, mal filmado”. Puesta en su momento en la Argentina por Claudio Tolcachir, con Norma Aleandro y Mercedes Morán en los protagónicos, Agosto no es una mala obra de teatro. Pero tampoco una particularmente innovadora. Se atiene, como queda dicho, a la sistematización aristotélica, y en el último tercio de película (de obra) echa mano del poco noble recurso del gato encerrado, un dato que se había guardado como el fullero el as, sin darle al espectador ninguna clave y con el solo objeto de tomarlo por sorpresa. Dirigida por John Wells, entrenado en programas como E. R. y con un largo previo no estrenado aquí (The Company Men, 2010), Agosto está mal dirigida sólo en las escenas de mayor dinamismo, cuando parecería que Mr. Wells se abatata, llegando tarde a cada corte y cada plano. Al resto puede atribuírsele una corrección profesional, que tiene incluso la bondad de prescindir del defecto más común del género teatro filmado: el abuso del plano-contraplano.
La excusa dramática es, también, tradicional. Ante cierto hecho primero preocupante, poco más tarde trágico, la familia Weston se reúne en casa de mamá Violet (Meryl Streep, con peluca azabache), tras la huida de papá Beverly (Sam Shepard). Detrás de la hija menor, Ivy, que es la que vive más cerca (Julianne Nicholson), vienen la hermana mayor, Barbara (Julia Roberts, con peinado alisado), con su esposo e hija, y la del medio, la cabeza hueca de Karen (la reaparecida Juliette Lewis, que no lleva muy bien la edad) con “su novio de ese año”, Steve (el siempre magnífico Dermot Mulroney). También vienen tía Mattie Fae (Margo Martindale, excelente), su marido, Charlie (el infalible Chris Cooper) y, más tarde, el hijo de ambos, Little Charlie, a quien su “querida” mamá parece haber condenado a un destino de torpeza e inseguridad (el británico Benedict Cumberbatch, a años luz de sus temibles papeles en El Hobbit y Star Trek: en la oscuridad). Todo esto tiene lugar en la casa familiar de Oklahoma, en pleno agosto, cuando la temperatura puede llegar a escalar, como si nada, a 42 grados.
Volviendo al comienzo: Agosto es, sí, el más puro teatro filmado. Pero los personajes principales tienen los suficientes matices para ser interesantes, los diálogos (escritos por el propio Letts) son como flechas envenenadas y, sobre todo, el elenco es inmejorable, con cada actor lanzado de cabeza a su papel. Sí, es verdad que Violet, con su cáncer terminal, su lengua viperina (no por nada el cáncer lo tiene en la boca), sus manipulaciones, sus temibles intuiciones, sus miradas de cañón y el efecto gagá que le produce el sobreconsumo de pastillas, es uno de esos personajes servidos para que una actriz superdotada haga de él un show. Nominada al Mejor Protagónico, Mrs. Streep no desaprovecha, claro, la oportunidad. Pero, ojo, porque la Streep es una actriz de gran nobleza y aquí lo confirma, no poniéndose nunca delante del personaje.
En el otro rincón, también nominada –a Mejor Actriz Secundaria–, la Srta. Roberts, la peor enemiga de mamá y, a la larga, tal vez su mejor espejo. A los 47 años, la Mujer Bonita sigue siendo mucho más que eso: cada primer plano sobre ella parece la construcción de una catedral. Intensa, visceral, vulnerable y todo eso sin el menor subrayado, la otrora princesa de Hollywood se confirma como dotadísima actriz dramática. Entonces, y por más que esto sea puro teatro filmado, ¿por qué no relajarse y gozar de semejante entrevero de grandes actuaciones, que además tienen el enorme mérito de funcionar en equipo?