El verano de nuestro descontento
Para quien haya disfrutado la versión teatral de Agosto con Norma Aleandro y Mercedes Morán, ver a Meryl Streep y Julia Roberts en los mismos zapatos es casi una obligación. Será interesante contrastar la vehemencia de las actuaciones de Streep, como la impiadosa enferma terminal Violet Weston, y Roberts, como su no menos desquiciada hija, Barbara; pero lo importante del film es que transmite el sabor local de esta obra, ganadora de los premios Tony y Pulitzer en 2008. Aunque, como suele ocurrir, esa ventaja no se traduzca en ganancia.
Considerado un heredero de Tennessee Williams, el autor Tracy Letts ambientó August: Osage County (tal el nombre original) en el caluroso verano de Oklahoma. Beverley Weston (Sam Shepard), un alcohólico poeta, abandona el hogar dos días después de haber contratado a una criada cherokee. Violet enloquece. Primero la visitan su hermana (Margo Martindale) y su cuñado (Chris Cooper); luego van Barbara y sus hermanas, Ivy y Karen, para hacerse cargo del muerto; literalmente, porque horas después el cadáver de Beverley aparece flotando en el río. Así llegan los deudos, todos familiares con cuentas impagas, y se desata el conflicto. Pese a la bella fotografía sureña, que musicaliza con oficio Gustavo Santaolalla, su potencial queda marginado a alguna toma paisajística; la mayoría del film transcurre en interiores, lo cual no sólo ahoga la transcripción (guionada por el propio Letts), sino que subraya las bravuconadas de Streep y Roberts, llevándolas casi a un nivel grotesco. Ewan McGregor, como el apocado esposo de Barbara, tiene un papel desdibujado; su compatriota Benedict Cumberbatch resulta apenas más creíble como el amor consanguíneo de Ivy. Agosto es una película actuada con ovarios y a decibeles que, en general, se padecen.