Había una vez un circo
Robert Pattinson se enamora de la esposa del dueño de un circo.
Los antecedentes del director Francis Lawrence antes de tirarse de cabeza a Agua para elefantes eran varios famosos videoclips, su debut en el cine con el filme de terror Constantine y Soy leyenda , de ciencia ficción. Ahora se abocó al melodrama. Un melodrama hecho y derecho, o sea: triángulo amoroso, con protagonista joven carilindo, buenazo hasta el paroxismo y huérfano de golpe, en medio de la gran Depresión estadounidense de los ’30. ¿Más? El marido mayor de la rubia en cuestión es el sádico dueño de un circo.
El reciente best seller de Sara Guren es seguido casi al pie de la letra en le guión de Richard Lagravenese ( Pescador de ilusiones ). Jacob está feliz y tranquilo, sentado a punto de dar su examen final para recibirse de veterinario -hasta coquetea con la más linda del pueblo- cuando la realidad lo interrumpe: en un accidente fallecieron sus padres, su casa estaba hipotecada, y sin nada se cuela en un vagón de un tren en movimiento, rumbo a donde fuere.
Pero el tren no era otro que el del circo de los hermanos Banzini, y así, sin quererlo, termina siendo el veterinario. La atracción principal de la compañía sería un caballo blanco, pero no para Jacob, quien descubre en la rubia Marlena rápidamente el amor. Ella fue salvada de la pobreza por August, quien compuesto por Christoph Waltz es un manojo de nervios, a veces contenidos, cuando no tremebundo. El, junto a Robert Pattinson y Reese Witherspoon, conforma el trío que si no se saca chispas es porque lo que precisamente le falta a la película es eso: una chispa que encienda el fuego.
Muerto el caballito -porque Jacob es hombre de decisiones certeras: en cuanto lo ve, advierte que hay que sacrificarlo-, August se compra una elefanta, Rosie, lo cual sirve para explicar el título y para mostrar a August completamente sacado castigar al paquidermo que no obedece y hace correr peligro de defunción al circo, ya que sería la atracción sustituta. No importa si para pagarla hay que acortar gastos entre los equilibristas, freaks y gente de mantenimiento: August los manda tirar del tren en movimiento. Eso sí: de noche.
Entre la nostalgia y la tragedia que se palpa al instante, y un comienzo por demás prometedor, tal vez le haya faltado mayor carga sexy entre Pattinson y Withers-poon, o reforzar las tintas sobre el ambiente (no el circense, que está logrado, sino el de la Depresión).
El diseño de producción, de Jack Fisk, y la iluminación de Rodrigo Prieto son de primer nivel. Es una producción lujosa, a la que le faltó sacarle más brillo a la historia que a los protagonistas.