Sólo un punto de partida
Es difícil no sentir empatía con la premisa de Aguas abiertas. Es la historia de cuatro amigos adolecentes con capacidades diferentes que practican natación juntos. La directora Marcia Paradiso intenta contarnos lo que fácilmente se puede imaginar: cómo desarrollan su vida diaria Joaquín, Tobías, Facundo y Christian, y la importancia vital del deporte que los une. Hay un punto de partida respetable en este documental, pero las reiteradas fallas de guión y puesta en escena hacen que los escasos -a priori- 65 minutos de duración sean difíciles de transitar.
El documental tiene, como cualquier género, sus convenciones y recursos, y además particularmente posee una excesiva reputación de realista. Es una obviedad decir que el documentalista compone una puesta en escena, y que no es solamente un ojo libre de prejuicios que se posa a una distancia prudencial para captar la realidad. Como tal, Paradiso elige mostrarnos cómo entrenan los chicos para diferentes desafíos, el más importante de los cuales es un maratón acuático que reservará para el final. Los protagonistas se ven obligados a actuar, de alguna manera, las acciones más naturales, como atender un teléfono o alguna conversación informal y casual, por lo cual hay un velo de obvia artificialidad que le juega en contra al conjunto de la obra. Cuando la acción se traslada a lugares más amplios, con gente que no tiene que ver directamente con la producción, se recobra un poco de la naturalidad perdida, vemos otras interacciones y un tono que quizás hubiera sido el más adecuado para el total del film, que cuando retoma la intimidad vuelve a ser artificial. A esto sumémosle un guión tosco y repetitivo: el film entero consiste en contarnos tres entrenamientos anteriores a tres desafíos o torneos.
Decíamos que el punto de partida es respetable pero también vale decir que es insuficiente, por lo menos para las pretensiones iniciales. Desde el sitio web de Aguas abiertas, se dice que el documental se propone entre otras cosas: “… reconocer las capacidades de fortalecimiento de las experiencias deportivas juveniles, revalorizando los esfuerzos que realizan las personas con discapacidad y transformando su representación en los medios masivos de comunicación”. En ese sentido, el documental es escaso porque las experiencias de los cuatro protagonistas no alcanzan como representación universal, y además redunda en una idea que de todas maneras ya está incorporada por gran parte de la sociedad. Nos referimos a cómo el deporte transforma positivamente, a nivel social y psicológico, las vidas de las personas con discapacidad.
Aguas abiertas es un registro aceptable de los logros de un grupo de personas particular, pero su anécdota es tan íntima que termina siendo difícil que sostenga el interés para espectadores absolutamente ajenos. Y nos hace preguntar si todas las historias de grandes esfuerzos deben convertirse en una película que se estrena en un cine comercial. No estamos en contra de la existencia de Aguas abiertas y similares, pero habría que pensar si no convendría hacerlo transitar por otras vías de difusión, como INCAA TV por ejemplo, o algún ciclo que tenga que ver con el tipo de producción.