Brazadas de libertad
En cada brazada, una historia; cada vez que la cabeza sale a la superficie a respirar aires nuevos se condensa el trabajo de arduas jornadas en donde la frustración del no movimiento ha quedado flotando y a la deriva, mientras que avanzar ya no parece imposible. El mismo relato sirve para concentrar la mirada en los involucrados en Aguas abiertas -2015-, segundo largometraje documental de la realizadora Marcia Paradiso, quien acompaña a un grupo de atletas discapacitados durante los entrenamientos para enfrentar el desafío de la maratón de aguas abiertas en el río Paraná, espacio donde comparten experiencias con nadadores sin dificultades físicas y dejar en claro que deporte es sinónimo de sacrificio más que de éxito o ganancia en un marcador.
La filosofía de Marcelo, entrenador que entrega parte de su vida a lo que ama, es sencilla y contagia desde el entusiasmo, sin la obsesión por quebrar marcas o ganarle al tiempo en velocidad, sino demostrarnos que muchos de los límites de la realidad pueden superarse con trabajo y voluntad, y que eso debe ser permanente. Así, en la pileta de un club de Monte Grande, provincia de Buenos Aires, los largos de una punta a la otra cobran otro significado y la palabra integración o inclusión de personas discapacitadas, también.
Los testimonios de los protagonistas: Joaquín, Tobías, Facundo, Christian y Nicolás, coinciden en un aspecto, ellos gozan en el agua, porque allí sus cuerpos experimentan la sensación de libertad que el afuera les niega, la rigidez de miembros ya no pesa tanto y el movimiento sana las diferentes patologías físicas. Tobías es el que más esfuerzo demuestra a la hora de sumergirse en la pileta cubierta o cuando intenta completar una carrera de postas en un club vecino. En ese sentido, es notable como desde la cámara la directora de Lunas Cautivas -2011- consiguió reflejar la tensión de ese cuerpo en suspensión acuática como parte de una postal muy diferente de lo que puede significar nadar para el común de las personas.
Sin embargo, la imagen y las palabras fluyen a la par de cada brazada para culminar en el lugar más desafiante, las aguas del río Paraná, no cristalinas y donde la falta de dirección suma otro obstáculo a vencer, sin importar nada más que el hecho de animarse a atravesar esa enorme extensión y alcanzar la meta sin prejuicios ni sponsors, pero con la convicción de hacer lo que se siente y con las personas que se quiere.