Culpa y redención en magnífico film
Noruega. Un joven sale de prisión tras haber cumplido condena por un crimen que niega haber cometido. Pero ni los demás presos lo quieren. El capellán lo manda a una iglesia donde necesitan un organista. Para rehacer su vida, él usa su segundo nombre, como si fuera otra persona. El diácono lo observa y ampara. ¿Quién podría darle una chance, si la propia iglesia no lo hace? La pastora, que además es bonita, lo observa y se le acerca. Ella también quiere su segunda oportunidad. El hijito de la pastora lo quiere, con la inocencia de los niños. La madre de la víctima lo reconoce.
Muy buena historia, contada desde dos puntos de vista: el del ex convicto que busca rehacer su vida, y el de la madre de la víctima, que necesita una explicación. Lo interesante es que no la vamos conociendo en paralelo, sino que primero conocemos a una de las figuras, nos interesamos por ella, simpatizamos con ella, y luego conocemos a la otra, nos enteramos de otras cosas, quizá podemos cambiar nuestra opinión. Pero al final todavía está la confrontación entre ambas personas, el choque violento que involucra a otros inocentes, y también la duda por parte de quienes tratan de ayudar, o advierten lo que cada antagonista encierra dentro de sí mismo y puede soltar en algún momento. Acaso, del peor modo en el peor momento.
Como ciertas obras musicales, la película respira tres tiempos. El primero es calmo e intrigante, el segundo se muestra tenso y perturbador, el último, bien agitado, nos pone definitivamente nerviosos. Hay suspenso creciente, vueltas de tuerca hasta el final, excelentes actuaciones, buena música de órgano, con una singular versión de «Puente sobre aguas turbulentas» en una escena clave, y hay también un arroyo de aguas turbulentas, donde ha pasado una desgracia y puede pasar otra.
Algo más, lo más importante. En esta historia hay, sobre todo, un lúcido acercamiento a temas profundos de culpa, sentimiento de culpa, reconocimiento o negación, rehabilitación social, rehabilitación ante los familiares de la víctima, rencor, desequilibrio, obsesión, ley del talión, la difícil compasión, la todavía mucho más difícil reconciliación de cada uno con su alma. No digamos, la reconciliación entre esas dos personas tan enfrentadas. Fuerte, bien realista, no es, sin embargo, una película amarga. No cantarán los pajaritos en el desenlace, pero no es amarga. De algún modo oscuro, es luminosa. Lástima que no sea argentina.