De Rosa, Aguas Verdes y un estreno negro
Mariano De Rosa es uno de los "secretos" mejor guardados del nuevo cine argentino y, lamentablemente, parece que va a seguir siéndolo. Director en 1998 de Vida y obra, uno de los episodios más logrados del tríptico Mala época, tardó una década en concretar su ópera prima, Aguas Verdes.
Tras múltiples dificultades, logró que el film tuviera su première mundial nada menos que en la sección Forum de la Berlinale 2009. Luego, recorrió el circuito de festivales locales e internacionales (IndieLisboa, Chicago, La Habana, San Pablo, Leipzig y un largo etcétera) hasta llegar este jueves 22 al estreno comercial.
Como suele ocurrir con muchas películas argentinas, casi no tuvo promoción ni publicidad. Al menos, en mi caso, recién me entero de su lanzamiento en cinco salas (que, con la excepción del Gaumont, no suelen tener demasiada convocatoria) gracias a un e-mail que envió el propio director el mismo día del estreno. Tampoco he leido notas ni críticas del film en otros medios.
Es una pena. No estamos ante ninguna maravilla o genialidad, pero esta tragicomedia sobre las desventuras de una familia disfuncional durante un viaje de vacaciones al balneario del título tiene unos cuantos hallazgos narrativos, de guión, actorales y visuales. La película bordea el patetismo, la ridiculización de sus anithéroes, pero termina gambeteando los peores vicios y peligros para lograr una historia bastante convincente e ilustrativa de ciertas miserias y contradicciones de la clase media urbana.
Cuando dialogué por primera y única vez en mi vida con De Rosa, con motivo de la proyección del film en la Berlinale, me dijo que la veía como una película "con una temática a la americana, pero con una factura a la francesa", y algo de eso hay. Lo triste es que su carrera comercial, parece, será bien "a la argentina". Las películas con méritos artítiscos (y Aguas Verdes los tiene) merecen mejor suerte.