MORIR CON DIGNIDAD
La vejez y la ausencia son dos palabras que se conocen mucho entre sí. En Ahí viene se explora ese momento de una manera delicada e intimista. El film se acerca a un ambiente de dolor para generar una sonrisa, aunque siempre manteniendo un clima de nostalgia.
Ahí viene cuenta la vida de un hombre que ha llegado a la adultez viviendo solo, pero que no siempre fue así. Mediante algunos flashbacks podemos verlo de joven con su esposa e hijo pequeño. Ya desde ahí es posible observar cómo la película se apoya en los contrastes para relatar la ausencia y el vacío. Vemos a un niño recién nacido en brazos, su hijo, y luego a él en lo que parecen ser sus últimos años de vida.
La otredad es otro de los factores de contraste, el hijo joven que no puede llegar a comprender a su padre. Las demandas de ambos corren por caminos diferentes, mientras que el primero está enfocado en la supervivencia de su padre -en lo que hay que hacer- el segundo visualiza su pronta muerte y prefiere disfrutar “con dignidad” sus últimos momentos.
La evolución en la relación de padre e hijo es uno de los puntos fuertes. El cambio en las conversaciones, pasando de un chequeo de tareas a un intercambio de anécdotas toma fortaleza tras observar el primer panorama de su relación. La película demuestra que se puede decir mucho con pocas palabras. Los diálogos son de carácter simple y remiten a aspectos cotidianos pero sirven de disparadores. Las palabras aparecen nombrando lo que no está; salvo una conversación en la que se habla directamente, las demás juegan con lo sugerente. Pero para esto se realiza un buen trabajo fotográfico del contexto y se eligen determinadas escenas que nos muestran la mirada de los personajes sobre lo que está pasando.
La casa es un factor casi de extensión del anciano. Al hombre lo vemos deteriorado, ya quedó en el tiempo ese muchacho bien peinado y con ropa impecable. Ahora está barbudo, con la ropa desmejorada y el pelo sin acomodar. Su porte ha cambiado, ya ni caminar puede. La casa, bien podría simbolizar su caos mental y, por supuesto, es producto también de sus limitaciones físicas. En cada uno de los rincones podemos observar el deterioro. La cámara nos acerca también a los lugares vacíos completando, de esta forma, todo lo que aquel hombre no puede decir en palabras pero que su aspecto y carácter denotan.
De mediana extensión y una cuidada estética, se nos presenta un film que logra generar un ambiente en el que confluyen la nostalgia y la bronca. Se muestra la vejez con sus dificultades, con las mentiras que necesita un hombre para poder tomar algunas decisiones cuando la vida parece haberle arrebatado hasta la posibilidad de hacerlo por sí mismo.
El film está plagado por la angustia de un adulto mayor, pero logra establecer pequeñas instancias que iluminan. Se construyen varias escenas en las que podemos ver al hombre brillar. Uno de esos momentos es el que imagina un encuentro con su mujer pero en realidad está solo. Aquí el actor demuestra la cima de su interpretación, acercándose a la cámara y mirándola como si la viera a su esposa. Detalles como seguir usando los patines para entrar a la pieza de parquet, aun deteriorada y sin ningún mantenimiento, marca un ambiente de ausencia y de recuerdo que generan solidez en la película.