AIR: La historia detrás del logo

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

EL SUEÑO AMERICANO

Si Argo había sido algo sobrevalorada y Vivir de noche era una película muy fallida, Air: la historia detrás del logo es una vuelta a la mejor de las formas para Ben Affleck como realizador. Esa concreción se da a través de un relato que recupera buena parte del idealismo norteamericano más atractivo -ese que se sustenta en la búsqueda y aprovechamiento de las oportunidades a través del laburo y del riesgo- y que apela a una estructura narrativa indudablemente cercana al género deportivo.

Típica narración “underdog” (esas sobre personas o equipos que superan las expectativas) basada en eventos reales, Air: la historia detrás del logo sigue a Sonny Vaccaro (excelente Matt Damon), un vendedor de calzado que trabajaba para Nike que decidió volcar todos los recursos de la división de básquet de la compañía para convertirse en la marca asociada a Michael Jordan. La apuesta de Vaccaro era arriesgada en varios frentes: no solo porque en ese momento Jordan era todavía un novato que debía probar su valía en la NBA, sino también porque el jugador no quería saber nada con Nike, por lo que Adidas y Converse eran las compañías favoritas para “vestirlo”. Lo que vemos entonces es el camino recorrido por Vaccaro para convencer a la gente de su compañía -incluido el dueño de Nike, Phil Knight (Affleck)-, a la familia de Jordan (especialmente a su madre, Deloris, interpretada por Viola Davis) y al propio Jordan de que esa asociación no solo es posible, sino necesaria para ambas partes.

En Air: la historia detrás del logo casi no se ven escenas de básquetbol: en eso es bastante parecida a El juego de la fortuna, donde el deporte era a la vez el foco central y el telón de fondo, lo que movilizaba la pasión de los personajes desde el fuera de campo. Affleck y Damon (que en cierto modo son coautores del guión, al cual reescribieron de manera no oficial) buscan hablar sobre ese deporte -o más bien, sobre el deporte en general-, pero más como producto cultural y como emergente de una forma de ver, y construir el mundo. De hecho, el concepto de “producto” es quizás uno de los tópicos relevantes y a la vez subyacentes del film, que indaga en cómo hay determinados sujetos que pueden representar múltiples cosas a la vez y, desde ahí, convertirse en símbolos no solo deportivos, sino también políticos, sociales, morales y hasta económicos. En los eventos que retrata -con sus interpretaciones y derivaciones posibles-, Air: la historia detrás del logo encuentra una muy buena excusa para construir otra metáfora sobre el “sueño americano”, ese hecho de personas e ideas extraordinarias, pero también de gente común y corriente, aunque laburante de principio a fin.

Sin embargo, el gran mérito de Air: la historia detrás del logo -y que la pone un escalón por encima de Argo– está dado porque alinea las piezas narrativas de forma precisa para que, cuando llega el momento de la discursividad explícita, esta no se sienta forzada o apoyada en las creencias previas de los espectadores. La puesta en escena de Affleck, al igual que el guión, son un gran ejemplo de cómo convencer a cualquier tipo de público sobre las bondades de un discurso determinado. Y eso puede darse porque los personajes no solo son gente cautivante desde su pasión, dedicación y vocación por lo que hacen, sino también muy divertidos. Air: la historia detrás del logo funciona también muy bien en el terreno de la comedia, desde diálogos filosos que se dan a mil por hora y un humor que hasta se permite jugar con lo físico -hay, por caso, un gran chiste en referencia a la panza de Vaccaro- porque, al fin y al cabo, todo se trata sobre individuos imperfectos que buscan hacer lo suyo de la mejor manera posible. Esa comicidad es la que le permite generar una gran empatía con los protagonistas y, finalmente, crear una pequeña gran épica. Una épica bien humana y terrenal sobre el saber captar y entender lo que pueden generar tipos fuera de serie como Jordan, y cómo trasladar ese conjunto de significados a una simple zapatilla. Una zapatilla (y una marca) que terminaron siendo mucho más que eso. Al fin y al cabo, de eso se trata el sueño americano: de cómo acciones particulares pueden tener resonancias generales. Affleck y Damon entienden esto a la perfección y consiguen delinear una pequeña gran película, de esas que solo la maquinaria hollywoodense.