Santiago querido
La curiosidad de un nieto por saber quién fue su abuelo se transforma en una road movie por la Argentina profunda, sobre una ruta salpicada por personajes queribles, al compás del bombo legüero y la guitarra. El protagonista de este documental en primera persona es Fernando Arnedo, que empieza investigando en Buenos Aires y decide viajar a Santiago del Estero tras los pasos de Mario Arnedo Gallo, un célebre compositor -padre de Diego Arnedo, bajista de Divididos- que no dejó grabaciones oficiales. En esa búsqueda personal termina (re)descubriendo todo un mundo: el planeta chacarera.
Aunque es uno de los ritmos argentinos más populares, en Buenos Aires -como suele ocurrir con tantas artes de las provincias- es prácticamente ignorado. Para los neófitos, la mirada de Aire de chacarera es ideal: está narrada desde el punto de vista de un porteño que conoce algo del género y quiere profundizar. Así, a la par de que se va enterando anécdotas sobre su abuelo, va internándose en la chacarerología, mediante entrevistas tanto con próceres de bajo perfil como Vitillo Abalos o Elpidio Herrera, como con músicos desconocidos fuera de los límites de Santiago del Estero.
Es una provincia que aportó cantidad y calidad de valores a la música popular argentina, pero poco explorada y promocionada. Por eso, ver imágenes de La Banda, Atamisqui, Salavina -donde se dice que nació la chacarera- e incluso Santiago capital, resulta casi tan curioso como contemplar paisajes de algún remoto país asiático. Lugares donde es un ritual juntarse a tocar y bailar, una costumbre olvidada en las grandes ciudades. En el retrato de esos bailes y festivales -como La Salamanca-, donde bailan desde chicos de primaria hasta los ancianos, está lo más potente de la película.
La cuestión no termina de ser redonda porque la historia por momentos es confusa: hay datos que faltan y otros que parecen darse por sobreentendidos y que dejan al espectador afuera. A esto contribuyen las dificultades de sonido: el subtitulado ayudaría muchísimo, tanto en los testimonios como en las imágenes de archivo de Arnedo Gallo. Así y todo, la película logra un clima atractivo y contagioso: joyitas de Arnedo Gallo como La flor azul o Pelusitas de totora dan ganas de ponerse a tocar y a bailar.