Deberíamos saber que las obras edilicias de un hogar son el detonante más combustible de cualquier relación que se encuentre al borde del conflicto. Los personajes de esta película -una pareja- están mal, y se ponen a refaccionar una casa casi desde cero. Mala idea.
Como todas las películas de Anahí Berneri, Aire libre parte de una premisa sencilla para indagar sobre los vínculos con una profundidad notable, siempre en un registro de inminencia del caos que pone al espectador en un estado de tensión constante. En Aire libre todo está siempre por explotar. Y el contexto no ayuda. La mencionada obra en construcción, un niño que reclama cosas desde su razonable lugar de niño, y una familia un poco desarticulada que no percibe o, al menos, no se mete mucho en los problemas de esa pareja.
Todas las actuaciones son impecables por lo poco manifiesto de sus intenciones. Lo que hacen estos personajes no es más que vivir, y en ese transcurso nos transmiten la complejidad de sus estados sin caer nunca, pero nunca, en el mero cumplimiento de su rol narrativo. Una mención aparte merecen las actuaciones de Fabiana Cantilo – la abuela – y del pequeño Máximo Silva, un hijo que, en medio de toda la tensión que viven sus padres, sólo se limita a reclamar lo que le corresponde: un poco de atención, y actúa de esa manera como un magnificador de todos los malestares que atraviesa la pareja.
Por algún motivo de mi mente, cada vez que menciono esta película confundo su título por “Tiempo libre”. Semejante furcio merece alguna reflexión. Esto no es casual. El tiempo, en Aire libre, es casi más importante que la narración. Esta película parece operar más como la música que como el cine. El ritmo de ese realismo magnificado de Berneri hipnotiza. Nos mete en un trance que recuerda al “éxtasis de la verdad” del que habla Herzog, a ese modo de enfrentarnos no ya a lo real, sino a lo verdadero, a través de la inducción de un cierto estado de trance. En Aire libre, este trance está dado por la tensión entre estos dos personajes, por el ir y venir de sus agresiones, de sus desprecios, de sus fallidos instantes de seducción, de su transcurrir por la vida sin detenerse a mirar al otro. Aire libre es una película musical en ese sentido. Es en sí una música que, como toda buena música, nos obliga a atravesar diversos estados emocionales imposibles de racionalizar o siquiera mencionar.
Si usted gusta de las películas que quedan sonando en la cabeza, no se la pierda. Ahora, sépalo, la de Berneri es una canción muy triste.