Hogar, amargo hogar
La última película de Anahí Berneri (Un año sin amor, Encarnación) retrata el deterioro de una relación compuesta por una pareja de arquitectos, en paralelo con la construcción de la casa ideal a la que aspiran vivir.
Manuel (Leonardo Sbaraglia) y Lucía (Celeste Cid) tienen una relación en crisis, sostenida por la arquitectura de una casa perfecta a la que aspirar mudarse en el futuro, y el niño de siete años que tuvieron juntos. El problema surge en el mientras tanto, las cosas no están bien y se nota en las actitudes de ambos para con el otro. Los problemas se precipitan cuando deben ir a vivir a la casa de la madre de Lucía (Fabiana Cantilo), y aparezcan otros personajes del sexo opuesto que distraigan la atención de los protagonistas.
Aire libre (2014) comienza en el campo, en un lugar idílico para la pareja protagónica. En ese sitio, que presenta los alrededores de la casa que aspiran construir, se encuentran relajados, tranquilos, disfrutando de sus espacios individuales pero en conjunto. Rápidamente aparece el conflicto de la relación entre ambos: objetivos diferentes de vida, simbolizados en los detalles de diseño del hogar a cimentar. Surge la realidad y el ideal queda relegado: el tedio, el agobio, que le provoca el carácter de uno al otro.
En tales diferencias de expectativas, Aire libre se parece a El campo (2011), otra película sobre las relaciones conflictivas protagonizada por Leonardo Sbaraglia. Pero si en aquella película el espacio del ideal venía a poner de manifiesto las grietas de la relación en el personaje de Erica Rivas, en Aire libre el espacio será la metáfora de una relación ya moribunda entre ambos. La casa y el hijo será el sostén de un vínculo terminado.
Paradójicamente la película podría pensarse como la versión dramática e intimista de Hogar, dulce hogar (The Money Pit, 1986), comedia protagonizada por Tom Hanks en los años ochenta donde la casa ideal a la que se muda la joven pareja se desmoronaba al mismo tiempo que la relación entre ellos.
Pero Aire libre no deja de ser una película sobre la soledad y los objetivos individuales frustrados, tema transitado en los films de Anahí Berneri, observando y describiendo (más que narrando) los sentimientos sufridos por cada personaje. Todo aquello que vemos viene a representar el estado de ánimo de sus criaturas. Sea la casa destruida o la fragmentación temporal del tiempo y el espacio en el que se encuentran.
Sin embargo, es un film que se queda a mitad de camino sin trascender la mera descripción y exposición del conflicto, mostrando indicios de los posibles motivos, y dejando al espectador con la misma sensación de infortunio que sus protagonistas.