Personajes desesperados
En la novela Personajes desesperados, de Paula Fox, un matrimonio burgués que parece tenerlo todo empieza a mostrar grietas después de que ella es mordida por un gato callejero. En una escena de Aire libre, un perro les muestra los colmillos a Lucía (Celeste Cid) y Manuel (Leonardo Sbaraglia) mientras caminan hacia la casa de campo que se están construyendo. La amenaza parece menor, pero no, porque la rabia está adentro de ellos: el malestar de una convivencia de años, la pasión erótica convertida en agresividad, miedo, culpa o vacío. El comienzo del fin: un estado casi animal, aunque Lucía y Manuel no lleguen, o no quieran llegar, a comprenderlo.
Nada que no le pase a casi todo el mundo. Lo excepcional es el modo en que Anahí Berneri logra captar y transmitir este estadio de la vida en pareja. La realizadora, una de las más talentosas del país (incluidos, obvio, los hombres), vuelve a mostrar su poder de observación, su sensibilidad, su capacidad para narrar con un lenguaje cinematográfico que es, a la vez, delicado y tenso, abierto a múltiples significantes, carente de clichés, simplificaciones y juicios morales. Gran parte de su cine, de un realismo crudo, directo, cassavetiano, está hecho de seres comunes a punto de implosionar y de situaciones que generan empatía con lo que menos queremos observar en nosotros.
Muchas críticas hablarán hoy del vínculo entre Aire libre y Por tu culpa, la anterior película de la directora. No vamos a ser originales: nos sumamos. Hasta Berneri dijo que Aire libre podría ser la precuela de Por tu culpa. Agreguemos que, entre otras analogías estéticas, narrativas y temáticas, en ambas películas la directora hace una magnífica “utilización” de los chicos como elementos dramáticos. En Aire..., las reacciones de Santiago, el hijo de siete años de Lucía y Manuel, funcionan como espejo que multiplica los desbordes de la pareja. Santiago parece sentirse bien sólo con su abuela materna: colgada y adorable -como siempre- Fabiana Cantilo.
Pero hay otro elemento, vital, que Berneri trabajó más en Encarnación, con Silvia Pérez: el cuerpo. En Aire libre vemos a una Celeste Cid y un Leo Sbaraglia ligeramente deteriorados por el paso del tiempo y, tal vez, por una violencia indeterminada entre ellos (ambos debieron aumentar de peso para la película). Ella, que tiene moretones en las piernas, puede pasar de la indiferencia a los celos y de ahí a la furia o la provocación, en más de un sentido. Frente al espejo del baño, mientras él se seca tras un ducha, le dice: “Tenés tetas”. Una estocada letal, una de las tantas que se dan mutuamente.
Mientras ¿construyen? su casa, ambos se instalan, primero, en la de la madre de ella. Después, él se va a vivir con sus padres. Casi sin darse cuenta, funcionan como divorciados o, también, como jóvenes inmaduros. Nada parece impostado (formidable trabajo con los diálogos) ni tampoco casual. Pero no escribamos más: que hablen, a través del buen cine, Sbaraglia, Cid y sobre todo Berneri.