“AIRE”
Un día de furia y angustia
Ignacio Andrés Amarillo
iamarillo@ellitoral.com
En su segundo largometraje de ficción, Arturo Castro Godoy propone un itinerario que funciona por sí mismo, como viaje más que como destino. Y es un recorrido por géneros, influencias y tonos narrativos, que se funden en una cohesión que, más allá de algunos cabos sueltos, lleva al espectador de la mano, con la respiración entrecortada (literalmente).
La historia parte de tres premisas médicas: madre soltera asmática, hijo con Asperger (una condición que forma parte de los trastornos del espectro autista: no se lo nombra de entrada, pero ya ha trascendido el apoyo de la Asociación Argentina de Asperger) y un accidente escolar.
Momentos y matices
Ahí viene la sucesión de registros: arranca con la formación documental de Castro Godoy para registrar paisajes en el amanecer, con esa iluminación naturalista (de la mano de la fotografía de Hugo Colace) que deja ver las pecas del rostro firme de Julieta Zylberberg (de esos que pueden aguantarse la centralidad de cada plano, con la fuerza de sus rasgos y la intensidad en la mirada). De ahí pasamos a una mirada estilo Dardenne del mundo laboral precario (incluye el “plano nuca en movimiento” que los hermanos belgas impusieron en “Rosetta”, y que Darren Aronofsky retomó en “El luchador”), que se torna algo kafkiana en la burocracia mediocre del supermercado: un mundo de agachar la cabeza y “no pedir ni agua”, en manos de tinterillos de baja estofa como el que interpreta Raúl Kreig.
Tras el paso por la escuela (allí la trabajadora sumisa puede mostrarse altanera, cosas que pasan en la vida) empieza una especie de “Corre, Lola, corre”, pero a la santafesina, entre la reconocible escuela Moreno y el primer hospital, serie de vicisitudes acompañada por la omnipresencia de la respiración ahogada montada en posproducción, casi como un monólogo interior del asma: una presencia opresiva, como el ruido de fondo en la “Melancholia” de Von Trier.
Y el tramo final es “el largo viaje”: entonces, con la intervención de Carlos Belloso como taxista, las distancias se vuelven largas, la ciudad mediana se fragmenta y se rearma en locaciones nuevas, en continuidades urbanas que se escapan de la experiencia de una ciudad de las proporciones de Santa Fe.
Recursos
Como se dijo antes, los aciertos de la cinta están en la compenetración, sensorial y emocional, del espectador con la protagonista: la falta de aire, el mundo que se tambalea, la angustia, la ansiedad, la ira. La cámara de Castro Godoy abre y cierra el plano, juega con los desenfoques y se pone en movimiento para narrar mejor cada una de los momentos descriptos. No obstante, el círculo no cerraría sin la eficiencia de la herramienta actoral de Zylberberg, que crece en potencial expresivo, más allá de la comunicación verbal.
El resto del elenco constela a su alrededor, con protagonismos relativos de María Onetto como Carmen (madre de Lucía) y Carlos Belloso (el taxista Daniel), las figuras más conocidas. El elenco santafesino (integrado por las más reconocibles figuras actorales de nuestro medio) aporta sus mejores momentos de la mano del citado Raúl Kreig, de Delia Beatriz Gaido (“Luchi”, para el público local) como la insufrible directora que dice “mamá” a cada rato, y Claudia Schujman como Julieta, la cajera solidaria en el súper. El niño Ceferino Rodríguez Ibáñez interpreta a Mateo, y los momentos madre-hijo resultan verosímiles.
El viaje tiene su remate, aunque deja tensiones narrativas y relacionales en el aire, quizás por la subalternidad de otros personajes respecto de Lucía (la relación con Carmen, el rol actancial de “facilitador” de Daniel). Pero el objetivo está logrado: algo más de una hora en la butaca nos han dejado extenuados y sin aire, después de tanto correr junto a Lucía.
***
BUENA
“Aire”
Ídem (Argentina, 2018). Guión y dirección: Arturo Castro Godoy. Fotografía: Hugo Colace. Música: Pablo Borghi. Montaje: Eliane Katz. Dirección de arte: Sebastián Rosés. Elenco: Julieta Zylberberg, Carlos Belloso, María Onetto, Ceferino Rodríguez Ibáñez, Raúl Kreig, Claudia Schujman, Delia Beatriz Gaido. Duración: 69 minutos. Apta para mayores de 13 años. Se exhibió en Cine América.