Una mujer, soltera, asmática, madre de un hijo con Asperger. Le dicen que el chico se golpeó en la escuela, que lo llevaron a un hospital. Y ella sale a buscarlo. Con esa situación, Castro Godoy y Zylberberg hacen algo notable: transmitir el estado de angustia de manera precisa, a puro gesto –eso que justifica la existencia del cine–, sin subrayados ni secuencias inútiles. Es una película de suspenso, del puro, de sentir que la vida propia queda suspendida, y funciona muy bien en su registro realista.