Trascendiendo esquemas
A veces la mano de un realizador y su habilidad narrativa pueden verse en sus productos más medianos, aquellos donde el grito autoral no aparece en cada plano buscando una confirmación de su identidad. Si bien estas últimas son las obras definitivas, el legado por el cual serán recordados, es en las obras pequeñas donde a menudo el molde es un esquema ya transitado innumerables veces en el que las libertades están sujetas a un material genérico donde la narración visual fluirá para marcar la diferencia. La mano de un director se nota y pienso, por hablar de casos recientes, en genialidades como El fantástico Sr. Fox, de Wes Anderson, o Minority report-Sentencia previa, de Steven Spielberg, e incluso casos de directores que tienen grandes altibajos, como Ron Howard haciendo joyas como Rush-pasión y gloria. Probablemente no sean los trabajos más representativos de estos directores, pero tienen su impronta y marcan la diferencia. En este caso hablamos de Jason Reitman, director que ya se ha confirmado como uno de los narradores más talentosos de Hollywood, siendo su obra más representativa La joven vida de Juno.
Todo este preámbulo es para decir lo siguiente: en Aires de esperanza no estamos ante el mejor Reitman, la novela de Joyce Manard en la que está basada forma un esquema de melodrama del cual los personajes a menudo parecen idealizaciones sin un sustrato humano, cualidad que se nota principalmente en el Frank de Josh Brolin. Pero, y esto es lo maravilloso del cine cuando hay alguien talentoso tras la cámara, ese mismo Frank es quien también logra secuencias de tensión junto a una formidable Kate Winslet que merece un párrafo aparte. Si hay alguien más que sostiene está película, además del realizador, para no hacerla un melodrama a-lo-Hallmark es ella, Winslet, y su personaje, Adele. Lo que amagaba a ser un trabajo donde veríamos nuevamente un registro poco amplio como el de El lector, termina siendo algo mucho más interesante, manteniendo la tensión erótica que respira cada plano y el relato, personificando la sexualidad femenina como algo celebratorio que se opone a la oscuridad inicial. Lo de Winslet es otorgar credibilidad al mapa completo de una mujer, como pocas veces se ha visto en un melodrama de estas características.
Pero hablábamos del talento de Reitman, que creo que puede verse confirmado en al menos dos secuencias. La primera es la tensión que se mantiene con fluidez en cada momento del secuestro inicial de los personajes de Adele y su hijo Henry, interpretado en la mayoría del metraje por Gattlin Griffith. Reitman hace hincapié en el tacto, en los primeros planos, en el detalle de las acciones, para dar a entender el subtexto de lo que ocurre. La continuidad y la afirmación de esa relación inicialmente turbulenta muestran un trabajo de dirección, actuación y edición fresco que nos permite apreciar con credibilidad lo que está ocurriendo. En otro momento Henry decide ir a lo de su padre para entregarle una carta donde le indicaba que se iría a Canadá con su madre y Frank. En la vuelta escuchamos cómo el coche de policía se aproxima con un plano que se mantiene con el cartel de buscado en el centro del plano, con el policía sobre la derecha y el niño sobre la izquierda intentando parecer poco sospechoso. ¿Qué es lo maravilloso de esto?: que la secuencia anuncia inevitablemente lo que sucederá, el tono de epifanía recorre cada segundo de este plano sostenido. Lamentablemente esta habilidad no se traduce en la desafortunada elipsis, donde intentan cerrarse varios cabos para darnos un happy ending un tanto forzado que termina de confirmar que, después de todo, lo que vimos es un melodrama.
Interesante por segmentos, Aires de esperanza confirma la habilidad de Reitman a pesar de tratarse de una película cuya estructura no es del todo sólida.